Empeñados
andan mucho en separar el cómic de género de lo que podemos denominar como cómic de autor, no dándose cuenta muchas veces que las mayores innovaciones
narrativas y formales provienen de los autores más consagrados que se circunscriben
dentro del género. Véase Alfred Hitchcock y John Ford dentro del noveno arte
los cuales no fueron considerados como autores hasta que los críticos-teóricos
de Cahiers du Cinema hicieron ver al
resto del mundo que los límites del género no son tales y que permiten que la
excelencia salga a la luz. Otra cosa es que toda creación artística que se
sitúa dentro de los márgenes del género se pueda considerar como obra creada
bajo los rasgos autorales de un artista, y menos hoy día cuanto dichas
narrativas están esclavizadas bajo el yugo de las cronologías.
¿A qué viene
todo esto? Simple y llanamente a la aparición de uno de los títulos más
esperados de los últimos años y que lleva en gestación a manos de su guionista,
Santiago García, desde hace más de una década tras haber pasado previamente por
la mano de Javier Olivares. Pero antes de ponerme manos a la obra me gustaría
retomar el epilogo del segundo volumen de El
Heroe (Astiberri, 2012) de David Rubín una obra que considero seminal
dentro de la producción nacional a pesar del poco tiempo que ha pasado desde su
publicación, tan solo un año. En ese epílogo que enlazaba con las páginas que
abrían el primer volumen de esa obra en las que un Rubín niño soñaba con
explicar las historias que le hacían soñar como lector. Pues bien, en las
páginas finales del segundo volumen, una vez concluido un Rubín del presente
finalizaba esa obra y recordaba su infancia a la vez que soñaba con su
siguiente libro. En esas páginas finales que muchos tacharían de egocéntricas (David,
tu y yo conocemos a unos cuantos de esos monguers) el autor trata de trascender
a una obra que por sus características genéricas suele enterrar a los autores
bajo el peso de los protagonistas de la ficción. Es decir, el trascender se
convierte en algo necesario, dar a entender al lector que detrás de una obra
hay un trabajo, unas personas y unos sueños que se van cumpliendo. En cambio el
final de Beowulf es completamente
diferente, si hay un epilogo, pero funciona más como una puesta en abismo un
breve pero extenso recorrido sobre la fecundación y desarrollo de este título
que viaja desde el texto primario y navega hasta la llegada del título a
nuestras manos, nos encontramos con un texto como reescritura y como metatexto
que involucra al lector no como un mero espectador pasivo de la obra.
En ambos casos
los creadores de la obra manifiestan la importancia del autor y pone en relieve
la del lector más allá de la dedicatoria haciendo de este un activo en el
cierre de la obra. Pues bien los valores de
Beowulf (Astiberri, 2013) de Santiago García y David Rubín no es solo eso
ni tan siquiera el hype generado, que se cumple con creces, en parte creado por
los propios autores hablando de la obra más y más cada vez que se acercaba el
momento de su lanzamiento, involucrándose en la promoción de su trabajo más
allá de las labores autorales clásicas y llevando a cabo una labor que se
corresponde más con lo que los creadores tienen que hacer hoy día para mostrar
su trabajo aunque sean dos nombres tan conocidos como los que han realizado de
este trabajo.
Digo todo
esto, sin haber empezado hablar de la obra por un motivo muy claro, porque
entra dentro de la construcción de la obra la consideración hacia el lector.
Pero, ¿qué es Beowulf a parte del uno
de los textos primigenios de la épica occidental? A nivel industrial, o mejor
dicho más terrenal, ya lo hemos visto. Sin embargo se trata de un trabajo que
encierra ciertas claves para entender la recreación de textos clásicos, estos
se pueden abordar desde el clasicismo más extremo recrear el detalle del texto
original de manera barroca o reescribiendo el texto adaptándolo a los tiempos
narrativos actuales. En el caso de este Beowulf
nos encontramos con el segundo caso una deconstrucción que ha ido evolucionando
con el tiempo en la que los valores que brillan no son los únicamente los
meramente narrativos sino también los formales.
Beowulf
es en todos los aspectos una obra que busca ahondar en la búsqueda de
sensaciones por parte del lector buscando golpear los sentidos de este a cada
página. Eso implica un tratamiento de página un tanto complejo por parte de los
autores, que en cierta manera lo acerca al cómic de atracciones al mismo tiempo
que lo aleja de él. Cada página de este libro es de una complejidad inusitada:
cada dibujo, cada dialogo, cada página supone un microtexto narrativo complejo
que se integra en el macrotexto. En Beowulf
no nos encontramos nada banal ni nada de lucimiento, eso sí se nos muestra el
trabajo de dos autores que se gustan y que quieren gustar al público. Véase, o
léase, la doble página de la primera parte en la que a través de un plano
cenital de Beowulf y sus hombres
durmiendo bajo cubierto mientras el monstruo avanza a través de la estancia.
Hasta ahí todo normal, los desgloses visuales redibujan y obligan al lector a releer
un texto visual que con cada lectura crece y se enriquece, recreando los
espacios y aumentando la tensión narrativa del momento.
Sin embargo,
eso es algo que se puede ver en las primeras páginas de la obra confluyen dos
líneas narrativas: una en presente y otra en pasado que contraponen dos
momentos de opuestos de la comunidad a la que Graendel está a atacando, ese
momento inicial marca la temporalidad de un relato en el que presente y pasado
conviven en el mismo tiempo narrativo. Esas confluencias espaciales y
temporales se convierten en un elemento que resuena en la comunidad
representada, guerreros que viven de las hazañas del pasado y que no les
importa perder la vida por aparecer en una canción de gesta, y por ello se sacrificaran,
por convertirse en el heroico pasado de una comunidad futura.
Aunque la lectura
de Beowulf es más compleja que todo
eso, me refiero a capas de narración y no digamos lo que nos podemos encontrar
en el apartado gráfico, funciona también a nivel primario. Es un texto que
trabaja lo visceral, el golpe en la cara al lector es monumental ante la
narración visual, por las luchas cuerpo a cuerpo cargadas de un erotismo que navega en el sentido de una
pasión de la necesidad del uno con el otro, de no poder ser lo que uno quiere
ser sin la existencia del otro.
En resumen, Beowulf es uno de los títulos del año
por derecho propio, y como he dicho anteriormente uno de los textos de los que
de aquí a 10 años seguiremos hablando como un hito dentro de la narrativa
gráfica española. Muchas veces esta sensación viene acompañada de un autor
novel con su primera obra, pero en este caso no es así viene de la mano de dos
autores experimentados y maduros en estado de gracia que conocen el medio y que
por encima de todo lo aman.
@Mr_Miquelpg
@Mr_Miquelpg
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