En cualquier obra los personajes lo son todo, tanto los que odiamos como
los que amamos, lo peor que puede existir es la indiferencia, tanto para la
chica que te gusta como para un personaje, pues eso solo es señal del
aburrimiento, y el aburrimiento es la muerte en vida. Esto hace que antes de
crear una historia debemos de tener muy en cuenta los personajes que la van a
habitar, evitando cualquier error que termine haciendo al protagonista o a
alguno de sus seguidores tedioso. En este sentido, muchas veces el mayor crimen
es conseguir un personaje perfecto, el héroe sin mácula, que evidentemente será
el favorito de personas igual de simples y planas, ya que un consumidor
cultural más entrenado buscará personajes más complejos, también conocidos como
redondos. Gracias a esto tenemos varias ventajas, por un lado la empatía es más
sencilla, ya que ninguno de nosotros somos perfectos, y por otro lado las
historias serán más ricas al chocar las individualidades del personaje con la
linealidad narrativa de la historia.
Este es un hecho que se aplica a todos los aspectos de la creatividad,
incluso a la elección de casting de un reality. Si por ejemplo observamos los
personajes que habitan ficciones como Mujeres
y hombres y viceversa o Gran Hermano,
si tenemos el valor, seremos testigos de fotocopias parlantes, personas con
unas limitaciones tan amplias como fotocopiadas, destinados a navegar por un
océano de mediocridad donde no existen las islas. Pero si por ejemplo
observamos otro producto televisivo como Un
príncipe para Corina, seremos testigos de cómo en la mutación individual se
encuentra la magnificencia, pues siempre será más interesante un chino vasco
adicto a la pornografía o un culturista evangélico amante de las chicas puras,
que un simple amante de las discotecas o un paladín del bien cuyo escasos
límites no le dejan espacio para el error o la individualidad. Debido a esto,
cobran gran importancia las carencias y los defectos, pues además de ser fuentes
de humor son un gran impulso, pues si el héroe ha sido capaz de triunfar a
pesar de sus deficiencias, nosotros también podemos hacerlo.
La figura del héroe defectuoso o patoso es tremendamente popular en la
cultura popular, con una fuerte presencia en el manga, con ejemplos tan
paradigmáticos como Nobita Nobi. Pero si prestamos atención a los personajes
creados durante los últimos años, sin duda debemos hacer una pequeña parada en
Soichi Negishi, el protagonista de Detroit
Metal City, manga creado por Kiminori Wakasugi, quien lo publico en la
revista Young Animal entre los años
2005 y 2010, siendo recopilado en 10 tomos de los cuales los 6 primeros han
visto la luz en nuestro país. Pues bien, la vida de Soichi es tan triste como
común, pues no deja de ser un joven recién licenciado que lucha por abrirse un
camino en el mundo de la música indie, cantando canciones sobre pasear por la
playa y tomar un trozo de pastel acompañado de una taza de té. Sin embargo, los
dulces sueños de Soichi chocan con la realidad, ya que como músico indie no
tiene demasiado éxito, a diferencia de su trabajo actual como Johannes Krauser
II, cantante y guitarra líder del grupo de metal Detroit Metal City, una
referencia directa al grupo Kiss, tanto por su nombre como por su vestimenta.
Para desgracia de Soichi, Detroit Metal City es un éxito entra la escena más
heavy, con lo que para su sufrimiento personal debe colocarse varios kilos de
maquillaje y cantar canciones sobre violaciones y parricidios ante un público
que sueña con la depravación máxima.
Detroit Metal City se vale
del maniqueísmo para crear una historia tan extrema como cotidiana, ya que los
personajes de Kiminori Wakasugi son tan estrambóticos como mundanos, asistiendo
a una galería de sueños rotos. Evidentemente, el manga se aprovecha de recursos
tan clásicos como efectivos como enfrentar a la banda con otros grupos u
obligar a Soichi a intentar hacer compatible su vida profesional y personal, ya
sean estos casos participando en un festival de música o intentar al mismo
tiempo tomar un té con su amor de facultad y firmar discos como Johannes
Krauser II. Pero el fondo de Detroit
Metal City es mucho más humano, pues las pequeñas alegrías y el sufrimiento
son muy comunes, mucho más el segundo, aunque todo desde un punto de vista tan
cercano como creíble, ya que no nos reímos de Soichi, sino que lo acompañamos,
pues cada vez que el pobre chico termina siendo un desgraciado lo hace de una
forma tan cercana a la que cualquier ha vivido tantas veces en su vida que no
puede más que sentirse identificado. Kiminori Wakasugi no deja títere con
cabeza, ni a los heavys ni a los hipsters, ya que todos son dignos de la misma
luz inquisitorial que pone al descubierto sus imperfecciones. Pero todo se hace
con tanta maldita gracia que en lugar de indignarnos con cada tribu urbana no
podemos más que reírnos con ganas.
@bartofg
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