Una de las preguntas más típicas que se le suelen hacer a
los autores en general y sobre todo a la gente que se dedica al cómic como arte
capaz de amalgamar influencias que van desde la televisión a la música pasando
por el cine o la pintura; es sobre las influencias que han tenido a lo largo de
su vida. Por lo general nos podemos encontrar con respuestas de todo tipo pero
que básicamente se dividen en dos: las de aquellos cuyas influencias son el
mismo cómic o aquellas en las que el autor descubre influencias ajenas al
medio.
En el caso de 1968.
Un año de rombos de Juan Álvarez nos
deja bien claro que una de sus grandes influencias es la televisión, quizás no
tanto la actual sino la de aquella generación que creció con ella en blanco y
negro. Esta obra es un pequeño relato sobre la primera generación que se crio
con la televisión a la cual no le era ajena el discurso televisivo el cual le
invitaba a sumergirse en un mundo de fantasía y aventuras.
La llegada de la televisión a España, tal y como vemos en
esta obra, supuso la ruptura de una cultura monolítica presidida por un
catolicismo feroz y un ultranacionalismo exacerbado. Los rayos catódicos
ayudaron a despejar la mente de muchos niños la idea que habían crecido con las
mitológicas propias de un régimen decadente
enfrentándolos a una realidad diferente,
en los que eso si el blanco y negro no era solo la tecnología del momento sino
la verdadera bandera de un país que difuminaba las ansias de libertad de sus
ciudadanos.
El blanco y negro, con sus matices de grises es la
elección estética del autor que ayuda a vincular de manera más directa con las
sensaciones del momento. Es pues en ese aspecto una obra sinestésica en la que
predomina la fuerza del recuerdo más que la nostalgia.
1968. Un año de
rombos es válido como
ejercicio de autointrospección y evocador es un excelente trabajo, pero desde
un punto de vista funcional y crítico es una obra fallida en la que el mero
recuerdo se convierte en un objeto transicional que solo sirve para enumerar
una serie de anécdotas que siempre tienen como final a algún miembro de la
familia protagonista delante de la televisión como un mero aparato capaz de absorber
el pensamiento crítico. Aunque visto con perspectiva si cambiamos el televisor
por los móviles quizás tengamos el mismo resultado, aunque en color.
@Mr_Miquelpg
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