Se
supone que la modernidad, la evolución de una sociedad como civilización, se
construye a través de la superación de los constructos sociales en los cuales
habitamos. Si bien en los discursos de carácter capitalista cimentan el
concepto de evolución erradicando el pasado a golpe de billete sin otra escusa
que el crecimiento económico. Nuestra sociedad, la occidental y de paso todas
aquellas que de una manera u otra adoptan estas formas de crecimiento optan,
por lo general, por evolucionar a través
de la destrucción de lo natural. Dando preferencia a un pensamiento de
supervivencia, elaborado por el cerebro reptiliano, dejando de lado todo
pensamiento lógico.
Esto
es, en mi más modesta opinión, lo que transluce de Noctis Irae. Episodio I: La Bulla (Quilomba, 2012) de
Israel Ramos, Joaquín Díaz y José María Maesa al guion y Cristian Pineda al
dibujo. Para los que todavía no hayan leído la primera entrega, de lo que espero
que sea una larga saga, nos pone en la situación de un ataque zombi durante la
semana santa sevillana. A diferencia del resto de historias, al menos las más célebres
como La noche de los muertos vivientes
de Romero o The Walking Dead de
Kirkman, esta si que nos descubre desde un principio el motivo de la infección,
que se encuentra en el pasado y el origen de la ciudad.
De
manera que podemos considerar que esta historia se desarrolla dentro de las
narrativas de renovación que rezuman las historias de zombis desde que Romero
decidiese que estos pasasen de amenaza individual a grupal. En este caso la
renovación viene dada por la destrucción de la tradición: y no hay mas
tradición estructurada, jerarquizada y ritual que la semana santa sevillana.
Evento que construye y distribuye las relaciones sociales de la ciudad y
jerarquiza el calendario de la misma.
Se
trata pues de un relato que exalta los lugares comunes de la microsociedad
sevillana. Dotando a la obra de un carácter localista que da la oportunidad al
lector sevillano a hacer una lectura mucho más rica de la que pueda hacer un
lector foráneo debido a la importancia que adquieren los espacios más
tradicionales de la liturgia.
Por
otro lado este cómic tiene una vertiente crítica que toma forma a través del
dibujo feista de Cristian Pineda, con un estilo más vinculado al comic
independiente que al de género, que dota de un estatismo que aumenta la
atmosfera pesadillesca y enfermiza tanto a las procesiones como a la amenaza zombi.
Aunque quizás el mayor acierto sea situar la acción en fechas próximas a la
aparición del cómic y a la semana santa de este año.
Así
pues, podemos considerar Noctis Irae
como un relato sobre la modernización y la canibalización del pasado para
construir el futuro que puede tener unas derivas más que interesantes, al que
solo puedo poner una pega: es muy corto. No da tiempo a desarrollar los
personajes tratándose de tan solo una presentación que deja con ganas de más.
Aunque tengo una duda, si la ciudad sigue plagada de zombis: ¿habrá una feria
de abril en la que no dejen entrar a los humanos en las casetas? O ¿en el Rocio
solo los zombis de Almonte podrán llevar a la Blanca Paloma?
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