Mi relación más directa con
el terrorismo se concentra en una céntrica calle de Sevilla, por la que he
pasado infinitas veces, donde unos agujeros de bala en una pared señalan que en
ese punto fue asesinado un matrimonio en 1998, un concejal del ayuntamiento y
su mujer, ambos muertos a manos de un terrorista de ETA. Jamás he comprendido
el hecho, es más, no creo que nunca lo haga. Los más jóvenes de nuestro
país tienen dos ventajas, no saben lo que es tener una selección de fútbol
mediocre y no tienen porque conocer conceptos como bombas lapa o tiro en la
nuca, aunque evidentemente esto no quiere decir que para muchos aún haya
heridas abiertas, recuerdos dolorosos y agravios imperdonables.
El guionista Ramón de España
recupera en su última obra La ola perfecta,
dibujada por Sagar Forniés, esa época de la historia reciente de España, cuando
no existía paro y el principal problema del país en todas las encuestas era el
terrorismo, algo del todo comprensible cuando los atentados con víctimas
mortales eran algo desgraciadamente común. Pero afortunadamente, Ramón de
España huye de la típica obra con ínfulas políticas que trata de solucionar el
problema, más bien se vale de una situación dramática para crear una obra de
ficción desde la que explorar más los personajes que a las coordenadas
sociopolíticas. El protagonista de La ola
perfecta es Diego, un policía nacional que se encarga de casos relacionados
con el narcotráfico en Barcelona. Aunque Diego tiene un pasado dramático, ya
que trabajando en el País Vasco, su mujer embarazada muere por una bomba lapa
en su coche destinada a él. Ese hecho trágico convierte a Diego en un animal
sediento de venganza contra los asesinos de su mujer.
Entre semana, Diego trabaja de
policía, pero los fines de semana los reserva para viajar a Bilbao y realizar
patrullas nocturnas con su antiguo suegro, en las que acorralan a miembros de
la izquierda abertzale para propinarles palizas. Pero todo esto cambia cuando
Diego se enamora de una mujer embarazada que guarda un enorme parecido con su
esposa fallecida. Este planteamiento desarrollado por Ramón de España es tan
complejo como arriesgado, pues acaba de un plumazo con todo lo políticamente
correcto para tomar partido, conjugando dos temas tan apartados como la
violencia del terror y la redención a través del amor. Diego es un hombre que
ha caído al no prestar atención al consejo de Nietzsche, pues al enfrentarse a
monstruos ha terminado el mismo por convertirse en uno, perdiendo la
legitimidad de su papel como garante de la seguridad para pasar a ser un
violento más. Lo fácil hubiera sido crear a un antihéroe, un vigilante que combate a ETA con sus
mismas armas. Pero Ramón de España no construye un Frank Castle cañí, en su
lugar nos muestra un hombre bueno roto por las circunstancia, alguien que
debido a las presiones que se le aplican termina tirando por el camino de la
venganza más obvia y menos eficaz.
La ola perfecta es una obra sin concesiones que no coloca notas al
pie para contentar a todos. Los miembros de ETA aparecen como lo que son, hijos
de puta más cercanos a mafiosos que libertadores. Pero frente a ellos tampoco
tenemos a caballeros blancos de la libertad, porque personajes como el suegro
de Diego remarcan que las heridas son tan profundas que muchos que no pueden
perdonar optan por el peor camino posible, por el ojo por ojo en lugar de la
justicia. Y en medio de todo esto tenemos a Diego, un hombre con el que es
fácil empatizar debido a su pasado y a su presente de esperanza liderado por
Susana, aunque también el mismo hombre que se coloca un pasamontañas para
apalear personas los fines de semana. El conflicto vasco posiblemente nunca
tenga solución más allá del fin absoluto de la violencia olvidado con el paso
del tiempo, y del mismo modo que ninguna solución contentará a todos, La ola perfecta no puede dejar
indiferente a nadie, pues al final todos somos personas que amamos y sufrimos,
que queremos ser buenos pero no podemos evitar hacer daño.
@bartofg
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