Los noventa fueron un periodo bastante curioso en cuanto
al panorama del cómic nacional se refiere tras el intento de revitalizar la
revista Makoki con unos resultados
notablemente penosos, El Víbora se mantiene como la única revista con una trayectoria
larga y consolidada y en el horizonte no parecía que fuese a aparecer nada
excesivamente rompedor o novedoso.
Sin embargo, estaba Subterfuge: el fanzine, la
discográfica, la editorial de tebeos, etc. Si bien en el panorama discográfico
tuvo un periodo dorado tras el cual abandono el cómic y el fanzine, origen
primero de la discográfica. Este tenía desde sus inicios una clara orientación
y querencia por el cómic, ya que formaban parte de la publicación como contenido
habitual, así como especiales dedicados al cómic brutal que se suscribían bajo
la etiqueta de lo que se llego a denominar como Línea Tremenda.
Los noventa, como dije, fueron convulsos y como decía el
sabio “el milenarismo va a llegar” y fueron algunos de los comix editados por Subterfuge
los que dieron el pistoletazo de salida a la cultura del apocalipsis española:
un Miguel Ángel Martín ya consagrado publicaba constantemente en el fanzine
hasta el punto de ser el responsable de la imagen corporativa de la marca, un
primerizo Paco Alcazar, Enrique Lorenzana o Borja Crespo marcaban la pauta de
lo que seria una forma de entender el cómic muy particular.
Pero entre todos los autores que publicaron en la
editorial destaca uno por ser el que mejor encarna los valores (o la falta de
estos) de la Línea Tremenda; se trata de Ladrón. Este desarrolla su visión del
cómic en 5 álbumes: ¿Dónde están las
tripas, Matarile? (Subterfuge Comix 1995), El hombre de los caramelos (Subterfuge Comix 1996 y La Tombola
Comics / E.C.U. Editorial. 2003), La
Mocopandilla (Subterfuge Comix 1998), Pandemonium
(Subterfuge Comix 1999), y El hombre de
los caramelos. Speedball (Subterfuge Comix 2000/2001), conteniendo este
último el mismo material que el primer El
hombre de los caramelos con alguna historieta extra.
En los comics de este autor nos encontramos con un
universo sucio tanto en la descripción de ambientes y personajes como en las
narrativas que se desarrollan en estos. En estas historias el autor no pretende
dar ningún tipo de concesiones al lector por el tipo de violencia ejercida en
estas. En la obra de Ladrón aparece una violencia desgarrada inherente a los
espacios y los personajes descritos, es decir, personajes unidimensionales que
se definen por la violencia que ejercen de manera indiscriminada única y
exclusivamente por diversión. Personajes que disfrutaban del desprecio lúdico
de la vida humana que hace que por momentos el Hitler=SS de Vullemin parezca una hermanita de la caridad.
Del trabajo de Ladrón destaca un dibujo excepcional al
servicio de unas historias que tienen más que ver con el underground americano
que con el cómic nacional y del que todavía hace gala en ilustraciones para
Ruta 66, en la que cada mes publica una ilustración de alguna leyenda musical,
no hay que olvidar que la obra de este autor esta fuertemente influenciada por
la música, todos sus tebeos están cargados de referencias musicales.
A estas alturas del siglo XXI se hecha de menos los
comix de Ladrón, porque quizás no fuese el mejor autor de ese periodo, ni sus
historias fuesen a cambiar el lenguaje del noveno arte, pero si tenían y siguen
teniendo frescura y ganas de incomodar al personal, Lo cual hace falta, y
mucho.
@Mr_Miquelpg
@Mr_Miquelpg
Cuidado con el "Ha estas alturas"...
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