Como
muy bien nos explica Carla Berrocal en El
Brujo (Edicions de Ponent, 2011) un caleuche, dentro de la mitología
chilota de Chile, es un barco fantasma. Visto con perspectiva su obra es eso,
un barco lleno de fantasmas, empezando por Porfirio, el protagonista, un brujo
que quiere dejar de serlo para reunirse con su mujer muerta. Sin embargo, nuestro
protagonista lejos de ser un alma en pena que se arrastra por el mundo mendigando
atención hasta completar su periplo para encontrarse con la pelá (la muerte), inicia
un viaje iniciático pero no para él, sino para nosotros, ya que en el viaje
final del brujo Porfirio nos muestra la grandeza de su profesión a pesar de las
penas que estas le han causado.
Hablaba
al principio de barco de fantasmas y es que esta novela está trazada como un
replanteamiento de la sociedad a través del rechazo del pasado: el propio y,
por extensión, el común. Los tres fantasmas que se encuentra Porfirio son: la
justicia, el amor y la verdad. Son fantasmas porque están presentes en el
imaginario colectivo aunque carecen de presencia física. Esa será la labor de Porfirio que al igual que cualquier viajero
aventurero solucionará problemas, sin embargo en este caso estos serán de gran
calado moral.
Este
viaje final se ve enriquecido por elementos carácter intertextual que pueblan
este texto que van desde homenajes a poetas y cantautores como Violeta Parra,
Vicente Huidobro o Pablo Neruda a referencias mitológicas de la mitología
chilota. Por lo general las mitologías sudamericanas son mostradas como
elementos paganos y residuales sin coherencia alguna, pero en El Brujo se muestra como un elemento
cohesionador y central de una cultura, de un mundo y de una forma de entender
la vida. Esta forma de concebir la fantasía entronca con la visión que muestra
Liliana Bodoc de la fantasía épica en la trilogía La Saga de los Confines,
en la que desarrolla una lectura de este tipo de literatura a través de la
reivindicación de la mitología sudamericana como elemento central en la
construcción de una narrativa fantástica. Este enriquecimiento se debe a la
utilización de arquetipos mitológicos que nos son completamente desconocidos
aunque no nos deberían ser tan ajenos o al menos no tanto como los
anglosajones.
A
todo eso hay que sumarle una forma de concebir el relato a nivel gráfico en el
que Carla Berrocal utiliza un repertorio de técnicas recurriendo a cada una de
ellas cuando más le conviene para crear una narración completa, que en un
principio puede parecer visualmente compleja (que no lo es), lejos de la
esclavitud del estilo único abonado a una historia en el que cada técnica dota
de una emoción diferente a cada página alejándose de la tristeza que en un
principio parece estar destinado el viaje final de Porfirio. Todo esto sin
tener en cuenta la preciosa edición apaisada que juega en favor de una
composición de página bella como hacia tiempo que no se veía.
@Mr_Miquelpg
@Mr_Miquelpg
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