Aunque lo lógico es presentar la moral
como un dicotomía entre el bien y el mal absolutos, lo cierto es que
en realidad vivimos en un mundo de grises difuminados. En el género
de terror estos matices están menos presentes por lo general, ya que
contamos normalmente con un monstruo, u otra fuente de mal, que no
suele presentar variaciones dentro de una tendencia que se resume en
el hambre de muerte y destrucción. Frente a esta criatura de mal
puro se colocan las víctimas, que o bien practican una moral nívea
o carecen de la misma, limitándose a recibir los ataques de la
criatura y en alguna ocasión devolverle algún golpe.
Esta simplificación no tiene porque
ser necesariamente mala, ya que la mayoría de las obras de horror
están más centradas en la acción y en el miedo que en discursos
morales o ideológicos, por lo que la poca profundidad discursiva no
pretende más que hacer fluir la historia del monstruo y la víctimas.
Aunque también es cierto que muchos autores señalan que el horror
si tiene una moral intrínseca, salvo que su discurso es simple y muy
conservador, condensable en un simple: no metas las narices donde no
te llaman y desconfía siempre de lo desconocido o distinto, que
suele ser fuente de contratiempos y peligros. Sin embargo, no vamos a
quedarnos en este revisionismo ideológico, pues no cabe duda que la
mayoría de los autores de obras de horror se han limitado a crear
mundos al servicio del género y no al de una ideología concreta.
La simpleza ideológica en el género
de horror es predominante, pero afortunadamente no exclusiva, ya que
existen otras obras preocupadas tanto por trasmitir unas ideas más
complejas y trabajadas como por transitar mundos donde la moral esté
más difusa, no quedando muy claro donde termina el monstruo y donde
comienza la víctima. Llegándose a establecer una confusión de los
roles. Algo parecido a esto sucede en el cómic Vuelo de ángeles,
ideado por la artista Rebecca Guay con los guiones de Holly Black,
Bill Willingham, Alisa Kwitney, Louise Hawes y Todd Mitchell. Vuelo
de ángeles es precisamente un
paseo por la figura del ángel, aunque podría servir cualquier otra
criatura fantástica, en el que asistimos a los claroscuros de un
arquetipo que podría funcionar tanto como figura del mal puro como
adalid del bien más noble.
Vuelo de ángeles
cuenta con otros aciertos que hacen aún más notable ese análisis
de los matices del monstruo. Para empezar, la autopsia de la criatura
es realizada por otros seres fantásticos, lo que elimina al humano
como jurado de lo sobrenatural, explicándose lo fantástico dentro
de sus propias normas. El segundo acierto del cómic es precisamente
como se lleva a cabo el análisis del ángel, ya que dicha prueba
toma la forma de un juicio en el que diferentes criaturas cuentan
historias y leyendas sobre los ángeles a fin de que uno de ellos
decida si debe vivir o morir. La mera existencia de la duda entre
vida y muerte coloca al ángel fuera de una dicotomía entre bien y
mal, y le niega un transfondo único y inequívoco.
La obra ideada por
Rebecca Guay, que realiza un notable acabado artístico, pivota entre
el horror y la fantasía pura, colocándose en una tierra de nadie
donde nadie nace monstruo, víctima o héroe, sino que mediante sus
acciones, y las de su clase, uno debe ganarse un estatus propio, del
cual puede llegar a depender incluso su vida.
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