Sin duda, uno de los aspectos más
interesantes de la producción contemporánea en el cómic de terror
es la hibridación, una de las tendencias predominantes de la
postmodernidad. Como ya decíamos la semana pasada a raíz del cómic
Spawn
de Todd McFarlane, este ejercicio se vuelve un quebradero de cabeza
de cara a la investigación o el análisis, porque las difusas
fronteras que se crean dificultan la labor de catalogar una obra
dentro de un género u otro, obtándose al final por introducir a la
obra en una categoría doble. En el caso de Spawn
veíamos como el terror era una mera excusa, casi un recurso visual,
para cargar una historia de superhéroes donde primaba la aventura,
aunque esto no elimina otras opciones como mínimo igual de
interesantes.
Una
opción de hibridación igual de remarcable es optar por el
acercamiento contrario, partir de los lugares comunes del superhéroe
para crear una historia, que está vez sí, se centra en el género
de terror. Tenemos un perfecto ejemplo de esta práctica en dos
cómics guionizados por el inglés Peter Milligan: Enigma
y The Extremist,
los dos publicados en 1993 por la editorial Vertigo, el primero con
dibujo de Duncan Fegredo y el segundo con el trabajo artístico de
Ted McKeever. Ambos cómics son una absoluta genialidad que tomando
elementos del género de superhéroes, como ya hemos comentado una
parcela dentro del género de aventuras, llevan al género de terror
un pasito más allá mezclando el horror casi que con la metafísica.
Enigma
es un trabajo centrado principalmente en el desdoblamiento del héroe,
una obsesión dentro de la producción del autor británico, como
podemos ver en Shade, el
hombre cambiante,
un prisma sobre el propio concepto de héroe a todos los niveles; o
en X-Statix,
el acercamiento más realista jamás realizado al superhéroe, por
encima de las fantasías fascistas de Frank Miller o Alan Moore.
Enigma
es una historia sobre un hombre incapaz de lidiar con los poderes
sobrehumanos, el cual se refugia en la figura irreal del superhéroe
de cómic, algo que termina forzando su propia psique hasta un punto
de no retorno donde se difumina el propio concepto de individuo. El
cómic de Milligan y Fegredo casi podría considerarse como un
perturbador acercamiento hacía el concepto fracasado de superhombre
de Nietzsche, donde el poder solo genera caos y destrucción.
Por
su parte, The Extremist
deja de lado todo el aspecto sobrehumano del héroe para asentarse
sobre las características básicas del vigilante sin poderes, cuyo
mayor representante lo encontramos en la figura de Batman. Lo
perverso de la obra de Milligan es que mientras Enigma
es un ser omnipotente que nos sirve para reflexionar sobre la
debilidad antinatural del superhéroe, The
Extremist
es solo un ser humano con un traje que nos sirve de vehículo
conductor para una reflexión sobre el poder desmedido que no lleva
pareja una responsabilidad. La obra de Milligan y McKeever no se
queda atrás a nivel de perturbación, ya que el superhéroe, y
especialmente su traje, es el motor central de una historia de
degeneración y perversión donde se mezcla el sexo y la dominación.
Estos dos
trabajos de Peter Milligan, y gran cantidad de su producción, son un
auténtico problema a la hora de tratar de clasificar todas las obras
en géneros estancos, dificultando en gran medida la labor de los
estudiosos y divulgadores del cómic. Pero este problema se perdona y
se desprecia con velocidad al ver el enorme disfrute que provoca su
lectura, un juego en el que el autor se empeña en casi cada página
en romper una nueva frontera, una misión que para sorpresa del
lector cumple con eficacia alemana y flema británica en la inmensa
mayoría de sus intentos.
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