Una de las fantasías más clásicas
dentro de la literatura juvenil, incluso dentro de la propia
adolescencia, es el castigo fascista y violento contra los
abusadores. El empollón de la clase, el chico retraído, el que lee
en los recreos en vez de jugar al fútbol, el que sueña despierto
con monstruos y rayos láser, ese chico, esconde en su interior una
bestia asesina que no ansia justicia, sino venganza. Quizás uno de
los principales ejemplos de esta tendencia la encontremos en la obra
Den de Richard Corben,
publicada originariamente en la revista Heavy Metal,
para pasar posteriormente a ser uno de los capítulos de la película
de animación basada en la publicación. En el relato de Den
nos encontramos con un chico ahogado por su propia existencia
juvenil, con un intelecto y una imaginación mucho más allá del
mundo que le rodea. Dicho joven es trasportado a otro mundo, en el
cual no aparece como un sabio o un técnico, sino como una mole de
músculos que se pasea desnudo haciendo lo que más deseaba, aporrear
cráneos y mantener relaciones sexuales con mujeres turgentes.
Desgraciadamente
la realidad es esa, verificable por cualquiera que haya sido un nerd
o un geek durante su adolescencia. La soledad puede parecer el origen
de genios creativos, pero realmente solo produce bestias pardas
hambrientas de sangre encerradas en cuerpos demasiado enclenques o
con algunos quilos de más. Esta es la base de El salvaje,
una mezcla entre relato y cómic guionizado por David Almond e
ilustrado por Dave McKean, al que hace poco dedicábamos un poco de
espacio a sus primeras obras realizadas junto a Neil Gaiman. La obra
ideada por David Almond juega con la melancolía al presentarse como
una mezcla entre un cuento escrito en un cuaderno por un niño y las
reflexiones sobre dicho cuento unos años después. El
salvaje es una obra dura debido
a su desnudez y a su apelación a la rabia interior, al grito
desgarrador y a la llamada a la sangre, ya que mezcla el drama del
niño acosado por un compañero con la angustia por la pérdida de un
padre, un paraje desolador en el que la escritura funciona como
catalizador del sufrimiento.
Al principio de la
obra, David Almond defiende el uso de palabrotas debido a la
situación que vive su protagonista, algo que se convierte en toda
una declaración de intenciones, ya que remarca que el uso del
lenguaje malsonante, así como la posterior violencia, no responden a
un entretenimiento vacío, sino a una utilización dramática y
catártica de la misma. Desde ese momento, se inicia un recorrido por
un recuerdo doloroso, el cual se va mezclando y jugando con una
ficción terrorífica. El juego metanarrativo va ganando impulso a
medida que la historia humana se va volviendo más punzante hasta
alcanzar un clímax que no puede dejar a nadie indiferente, tanto por
su contundencia conceptual como por su acertada resolución, en la
que el dibujo de Dave McKean juega un papel a destacar.
El salvaje
es quizás una de esas historias notables que necesitan compartir
parte de su trasfondo con el lector para convertirse en una obra
grabada a fuego en la mente y el corazón del lector. El trabajo de
David Almond y Dave McKean va dirigido a todos esos niños y niñas
que lo pasaron mal, que tuvieron miedo en la oscuridad o se sintieron
ahogados por la soledad. El salvaje
es una venganza, una ilusión sobre un poder maligno que muchos
desearon tener para acabar con el sufrimiento en una época tan
convulsa como los primeros años de la juventud.
Con semejante reseña dan ganas de salir corriendo a comparlo! Excelente, porque ya nadie escribe de este modo sobre comics.
ResponderEliminarSaludos
J.
Disculpa que haya tardado tanto en responderte, José, ahora mismo a duras penas tengo un rato libre, pero al leer comentarios como esos me alegro de dedicar mis pocos huecos a leer y escribir algo sobre cómic.
ResponderEliminarMuchas gracias.