Hace unas pocas entregas hablábamos
sobre la dificultad de desarrollar un horror basado en las sutilezas,
más centrado en las insinuaciones y la desazón que en la percepción
más real del peligro y el terror. Como vimos, El horror de Collier County era una obra quizás demasiado ambiciosa al mostrar una
cantidad muy reducida de elementos, quizás por un exceso de
confianza de Rich Tommaso en sus lectores, auténticos encargados de
rellenar dichos huecos. Sin embargo, la obra a la que nos dirigimos
hoy opta por el camino contrario, una amalgama de elementos
yuxtapuestos y cambiantes de los que el lector debe sacar una lectura
propia, ya sea mediante la ordenación, el descarte o cualquier otro
sistema para dar orden a un aparente océano anárquico de elementos.
La obra a la que estamos haciendo
referencia es Pereza, una
novela gráfica de Gilbert Hernández, al que yo siempre había
conocido como Beto Hernández, que junto a su hermano Jamie Hernández
forman la pareja de hermanos más conocidos en el mundo del cómic
indie y urderground de finales del siglo pasado, con obras como
Palomar, de Beto, o
Locas, de Jaime. La
obra de los hermanos Hernández es una mezcla entre el underground en
su vertiente punk con elementos desde el realismo clásico de García
Márquez hasta la ciencia ficción de los años cincuenta del siglo
pasado. Toda esta amalgama de referencias, además ha servido para
dar una visión sobre el Estados Unidos de frontera, principalmente
con las vivencias de los inmigrantes mexicanos.
Aunque
Pereza va un paso más
allá en la obra de Gilbert Hernández, ya que abandona la vida de
los inmigrantes atrapados entre dos mundos para centrarse en las
vidas de sus hijos adolescentes, norteamericanos de segunda o tercera
generación que a pesar de apellidarse García son difícilmente
separables del resto de jóvenes, habiéndose diluido su esencia
mexicana o hispana. En cierta medida, Pereza
trata de esto, de esto y de muchas cosas más. El protagonista
aparente de Pereza es
Miguel Serra, un joven que aparentemente debido al tedio vital se
autoinduce un coma para despertar un año después de la misma
manera, sin que esto responda aparentemente a nada más que la
voluntad del chico. La historia cuenta con dos soportes más, Lita,
la novia de Miguel, y Romeo, amigo de ambos, formando los tres la
banda de música Pereza.
Inicialmente,
Pereza puede parecer
una historia más de la américa suburbana, con las típicas tramas
de adolescentes dominados por la desidia y sin la menor ilusión por
vivir, los cuales se agarran a fantasías imposibles para tratar de
avanzar un día más. Eso lo vemos en el caso de Lita, obsesionada
con las leyendas urbanas, especialmente las mexicanas como La
llorona o el limonar maldito de
su pueblo, donde habita un hombre-cabra capaz de intercambiar su alma
con quienes se paseen por sus dominios de noche; o con Romeo, que
sueña con convertirse en una famosa estrella de rock a cualquier
precio.
Y
en medio de todo tenemos a Miguel, que tras despertar del coma se ha
vuelto lento, incapaz de seguir el ritmo del resto de la gente. La
vida de los tres amigos cambiará después de ahondar en el limonar
maldito y en la leyenda del hombre-cabra, lo que hará aflorar las
tensiones entre los tres amigos. Aunque claro, esto es solo el
principio de la obra de Gilbert Hernández, ya que a mitad de la
misma asistimos a un cambio brusco que nos obliga a volver atrás
algunas páginas y replantearnos muchas cosas, quedando en segundo
término el tedio adolescente y tomando el protagonismo el terror a
través de la propia identidad de cada uno. Pero ya esto es labor de
cada uno, que tras leer el cómic decida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario