Hace unas semanas dedicamos un
artículo a esa concepción actual del cómic de terror que separa
los elementos propios del género de horror y su finalidad de asustar
o al menos causar intranquilidad y desasosiego en el lector. Esta
utilización ya la vimos por ejemplo en los dos artículos especiales
de Navidad, donde el horror se ponía al servicio del humor y la
aventura. Aunque también es cierto, que la utilización del horror
en ambas historietas se acercaba más a un barniz grueso (por
cantidad, no por falta de calidad) que a una búsqueda real de romper
el paradigma del género actual de horror. Al margen de este tipo de
obras que se maquillan con el terror, existen otras que si llegan a
pervertir la propia concepción genérica hasta conseguir hijos
híbridos que muy bien no se sabe que buscan o provocan.
Un caso más que clásico de este
proceder en el mundo del cómic es Spawn,
el superhéroe oscuro obra de Todd McFarlane, el cual habita en una
auténtica tierra de nadie al margen del cualquier género canónigo
previamente establecido. Evidentemente, lo más fácil sería
enclaustrar a nuestro querido Spawn
en el género superheroico, aunque en tal caso partiríamos de la
convención de la propia existencia del género de superhéroes. Esta
duda daría para toda una serie de artículos al margen del cómic de
horror, por lo que para resumir y alentar el debate de cada cual
consigo mismo, sus amigos, su novia y su vendedor de cómics
habituales, yo me limitaré a definir el género de superhéroes como
una subdivisión del género de aventuras. En este momento dudamos,
claro, pues si Spawn
no es algo es un cómic de aventuras, y si lo es será meramente
tangencial. Del mismo modo, Spawn
no es una obra pura de horror, no solo ya porque nuestro protagonista
sea el monstruo, sino porque el universo donde tiene lugar la acción,
habitado por demonios de toda índole, no se presenta superior y
demoledor para nuestros protagonistas.
Spawn
es una rara avis y un
quebradero de cabeza, ya que separa totalmente la finalidad genérica
con los elementos visuales de dicho género. En Spawn
salen capas (enormes) y demonios expulsados del infierno, pero ni por
eso es un cómic de superhéroes y horror claro. Spawn
demuestra lo difícil que es a veces clasificar las obras y
colocarlas dentro de algún género concreto. En parte, esto es más
culpa de la propia teoría de los géneros que del propio Spawn
que se limita a entretenernos con sus cadenas y sus explosiones
verdes.
Los
géneros, desde mi humilde opinión, están construidos por elementos
dispares, muchas veces organizados por los creadores a posteriori,
quienes experimentan y convierten despuntes en auténticas
tendencias. Después, el grado de pureza depende casi que del propio
consumidor, que se complica más o menos organizando. Lo más
sencillo sería decir que Spawn
entretiene y por tanto cumple su misión, aunque eso me dejaría
relativamente mal como divulgador. Debido a esto, mi respuesta última
sería que ante Spawn
nos encontramos con una obra de terror, ya que la mayoría de sus
elementos pertenecen a dicho género, pero (siempre hay un pero) con
una remarcable cantidad de elementos del subgénero superheroico, los
suficientes para hablar de una creación mixta.
Al
final, toda la culpa es de la postmodernidad, que se empeñó en
jugar a ser Dios con la cultura, creando una infinidad de obras que
rompen fronteras, estiran posibilidades y crean nuevas realidades;
aunque todo esto con el coste de volver loco a quien venga detrás a
estudiar y clasificar todo esto.
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