Retomamos esta semana al personaje de
Elizabeth Bathory, a la que ya dedicamos un muy superficial análisis
dentro de ese juego en el que historia y leyenda crean un tercer
universo ficcional anclado en nuestra memoria colectiva. Como ya
comentamos, Elizabeth Bathory, a pesar de ser un personaje de primera
fila, con numerosas encarnaciones en literatura, cine y cómic, está
lejos de ese titán del terror que es Drácula, una figura capaz de
competir con personalidades de la talla de Julio César o Adolf
Hitler.
Quizás por esto, el autor Pascal
Croci, responsable de Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta,
se valió del universo del vampiro de Bram Stoker para introducir al
lector en su personal visión de la aristócrata húngara. El cómic
sobre el que colocaremos nuestros ojos es ante todo una obra
personal, alejada de la mera crónica histórica y centrada en una
lectura psicológica y emocional de Elizabeth Bathory. Aunque Pascal
Croci es autor de la historia y el arte de Elizabeth Bathory, la
condesa sangrienta, no podemos
dejar de lado a Françoise-Sylvie Pauly, pareja sentimental del autor
y responsable de los diálogos de la obra, todo una acierto por el
toque femenino final que obtiene la obra gracias a esta colaboración.
El
cómic de Croci y Pauly huye de lecturas sobrenaturales, mostrando a
la Condesa Bathory como una auténtica lunática con una psique
destrozada. En algunos momentos, se intuye una finalidad tenebrosa en
los actos de Elizabeth Bathory, pero los autores se encargan de dejar
claro que si dichos ritos tenebrosos tienen resultado o no, no
existan pruebas para que el lector pueda defender una tesis mágica o
diabólica. Este detalle, el anclaje en lo real, choca con la entrada
del relato, ya que ésta no podría ser más fantástica. La trama de
Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta,
comienza con Jonathan Harker, quien tras escapar del castillo de
Drácula se recupera en un convento bajo los atentos cuidados de una
monja. A la postre, esta religiosa entrega a Harker un viejo diario
de Elizabeth Bathory, el cual será devorado por el joven inglés en
su viaje de vuelta a Londres. Con esta construcción no hay lugar
para el misterio o el final sorprendente, desde el primer momento
conocemos el final de Elizabeth Bathory, quien tras ser juzgada por
sus crímenes moriría pocos años después enclaustrada en su
castilla.
Uno de
los aciertos de Pascal Croci en su cómic es precisamente como
huyendo de la vertiente sobrenatural y presentando una historia sin
misterio final es capaz de construir una historia pasional y
totalmente personal. La historia de Elizabeth Bathory pasa
necesariamente por ser un recuento y catálogo de sus crímenes, pero
es también la reconstrucción de un ser roto e incompleto. La
historia de esta aristócrata húngara ha servido muchas veces como
base para historias eróticas o directamente pornográficas, algunas
veces con un halo sangriento o gore. Pero Croci huye del morbo vacío
y crea una historia sexual pero vacía de placer. El autor es capaz
de hilar un discurso visualmente descarnado, con una mezcla atroz
entre sexo y violencia, pero con una reflexión posterior tierna y
compasiva.
La
lectura de Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta,
es un perfecto ejemplo de como un autor de talento puede crear un
auténtico caso de defensa del monstruo. Tras la lectura del cómic
no podremos más que despreciar a Elizabeth Bathory por sus tremendos
crímenes, representados por Pascal Croci sin espacio para la
redención, pero del mismo modo no tendremos más opción que ver a
su protagonista como una mujer rota y desquiciada. Pascal Croci, con
la ayuda de Françoise-Sylvie Pauly, consigue primero repugnarnos con
el mal puro para después hacernos compadecernos del mismo.
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