La adolescencia, ese lugar momento
perfecto en la vida de un ser humano para hurgar en sus debilidades y sus
inseguridades, constituye la base de muchos relatos de terror en el que se
suele relacionar sexualidades prematuras, personajes aislados o demasiado
aventurados con la muerte o mejor dicho se suele utilizar la muerte como
elemento de penalización de estas actitudes. El miedo a matar y morir
constituye una de las líneas argumentales del díptico Trabajo de clase/Nuevos Románticos (Apa-Apa Cómics, 2014) de Ana Galvañ
y Marc Torices, que compone el Miedo Issue.
Ambas historias tienen en común dos cosas:
tener adolescentes como protagonistas y la escasa aparición de adultos en el
relato, y por otro lado el carácter preciosista de la narración a nivel visual.
Son historias que buscan una proximidad con el teen-horror a la hora de abordar
el relato pero que en seguida dejan los elementos típicos que los caracterizan para
ahondar en otros aspectos narrativos.
En Trabajo
de clase de Ana Galvañ la protagonista de la historia es Dios María una
chica no demasiado agraciada, y en principio sin gran confianza en sí misma, a
la cual le toca hacer un trabajo de clase con uno de los guaperas de clase. Es
decir, niña apocada que no sabe qué hacer ante un chico y que para colmo tiene
gran imaginación… y bueno el final lo leéis vosotros mismos. Creo que en este
trabajo de Galvañ es mucho más interesante destacar dos aspectos narrativos muy
bien construidos y que hacen de este pequeño cuento algo especial. En primer
lugar están los espacios: la habitación de la chica (aunque aparece de manera
testimonial), el instituto y la casa del chico protagonista. Tres lugares bien
definidos a pesar de lo breve del relato, perfectamente manejables y rápidamente
reconocibles por parte del lector. Esto último que en muchas ocasiones puede
parecer algo banal, un mal trabajo con los topos en los relatos de género puede
echar a perder la historia, aunque aquí se convierte en algo que en un
principio puede pasar inadvertido porque cumple su función de manera eficaz:
estar ahí para ubicar, identificar y reconocer a los personajes. Eso nos lleva
al segundo punto a destacar en este relato y que viene dada no solo por la definición
de espacios, sino por la construcción de unos sujetos que en principio pueden
parecer “normales” en exceso pero que van mostrando sus cartas poco a poco dando
paso o dejando lugar a que la historia sea explicada.
En cuanto al relato de Marc Torices se
diferencia del anterior en la definición de personajes y espacios, si bien el
relato anterior juega a desubicar al lector a base de normalidad reinante, esta
segunda historia se nos plantea desde el otro lado: una situación anómala,
muerte de adolescentes, una familia en principio disfuncional, una relación de
poder entre compañeros y una enfermedad extraña. Torices juega a descolocar a
los lectores, para ello se sirve del protagonista: Iván. A través del cual iniciaremos
un viaje a lo desconocido del entorno en el cual habita este personaje. En todo
caso el juego narrativo de Torices consiste en crear una serie de espacios
dominados por la extrañeza que domina en el ambiente, y que en parte es dotada
por la extraña enfermedad del hermano. Que no es más que otro de los elementos
de ese pequeño juego del escondite que el autor quiere jugar con nosotros y que
consiste en ir ocultando piezas que no tienen que ver con la trama principal. La
que en un principio parece ser, ni es ni existe como tal ni desarrolla su
función principal: guía conductora del relato. En definitiva, un ejercicio más
que sobresaliente elaborado con elementos muy sencillos. Siendo ese uno de los principales
rasgos autorales de este autor que siempre nos transporta a mundos extraños de
la mano de personajes en apariencia normales pero que esconden bajo el tic de
lo habitual lo raro y bastardo que tienen dentro de si los usos y costumbres sociales.
En fin, dos relatos sobre la extrañeza
de la normalidad, acaso no existe algo más difícil de encontrar que lo normal, a
cargo de dos autores especialistas en ese tipo de viajes alucinógenos al día a
día del común de los mortales. A todo eso hay que sumarle una utilización
exquisita del color en ambos relatos, cada uno con su estilo; y una bonita
edición por parte de Apa-Apa con la que empieza a malacostumbrarnos a sus
lectores.
@Mr_Miquelpg