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miércoles, 27 de febrero de 2013

EL CINEXÍN: El misterio de la historieta

En un cajón polvoriento ha aparecido un pequeño libro de intriga que tiene arrancada la portada. Estoy echándole un vistazo y esto es lo único que encuentro... ¿Podéis ayudarme a resolver el misterio?

Corría el año 1929 y un dibujante novel, de origen belga, publicaba su primera historieta en el suplemento juvenil del periódico 'Le Vingtième Siècle' vulgarmente conocido como 'Le Petit Vingtième'.Este dibujante se llamaba  Georges Prosper Remi.

Al señor Remi le gustaba meter a su protagonista en todas las aventuras posibles, a cada cual más variopinta. Llegando a estar entre comunistas en su primera entrega, pasando por América más tarde, alcanzando la Luna e incluso paseando por el Tíbet. 

En sus travesías nunca iba solo, le acompañaba su fiel y cuadrúpedo escudero; Milú. Más tarde se uniría al grupo, casi sin pretenderlo, el deslenguado y malhumorado capitán Archibaldo Haddock. En su largo caminar por el mundo se cruzó con una pareja de policías algo peculiar; Hernández y Fernández y por si no fuera poco, un despistado y caótico científico, el profesor Tornasol, que proveía a nuestro protagonista de los más absurdos inventos. 

¿Tienen idea de cuál puede ser la historieta que les estoy contando? ¡Malditos sietemesinos con salsa tártara! Son ustedes unos marineros de agua dulce salidos del río más seco de un poblado Zapoteco.

Prosigo con más pistas. Por si fuera poco, creo recordar que en el año 2011 el señor Steven Spielberg se atrevió a realizar una adaptación para la gran pantalla. Producida por Peter Jackson y con la inconfundible banda sonora de uno de los grandes, el maestro John Williams. Llegó a ganar el Globo de Oro a mejor película de animación y las salas de cine estaban repletas para el deleite de los más pequeños y los no tan pequeños. 

Spielberg contactó con el dibujante belga en el año 1981 con la intención de hacer una trilogía sobre el personaje. Lástima que él nunca haya podido disfrutar del magnífico trabajo realizado por el director norteamericano, pues dos años más tarde de aquel primer contacto falleció. En concreto, el 3 de marzo de 1983. 

Si una vez llegado hasta aquí no ha sido capaz de adivinar cuál es el personaje del que le estoy hablando, no sé qué pensar. Sin más tardanza le presento a Tintín y a su creador, Georges Prosper Remi o más conocido por su seudónimo Hergé. 

Revivan las aventuras en papel, busquen la serie animada o disfruten viendo la película. Sea cual sea su elección, todas las producciones que se han hecho alrededor de este personaje tiene un aura especial. De hecho, tras poner el punto final a este artículo, me acercaré a la estantería y con los ojos cerrados cogeré un libro de Tintín para ver a qué lugar del mundo me lleva. Háganlo en sus casas, es altamente recomendable. 

Pd: Cuando descubran al personaje entenderán el motivo de que no haya ninguna foto, hubiese sido demasiado fácil de esa manera.







jueves, 2 de febrero de 2012

El sótano del primo Barto: Terror en la más tierna infancia

Pensando posibles temas para el artículo de esta semana, se me ocurrió que podría hablar sobre algún cómic de terror que hubiera disfrutado durante mi infancia. Seguidamente me di cuenta que yo no había leído demasiados cómics de terror durante mi infancia, es más, creo que no me leí ninguno. Cuando no era más que una entrañable criaturita, me limitaba a leer cómic europeo. No tenía problemas con la producción española, de la que consumía básicamente clásicos donde no faltaban Mortadelo, Zipi y Zape, El Capitán Trueno o Superlópez entre otros. Aunque he de reconocer que era un traidor a la patria y lo que de verdad me apasionaba era el cómic franco-belga, hasta el punto de releer muchas veces todos los tomos de Astérix Tintín, Blake y Mortimer o Spirou, o cualquier otra obra de Franquin.

Evidentemente, ante este panorama, primaba la aventura y el humor sobre el terror, campo que consumía mayoritariamente recurriendo al cine y la literatura. Debido a esto, parecía que me quedaba sin tema, pues hablar de algo que te aterroriza en la infancia no es lo mismo que contar cuando me leí Blood: un relato sangriento de Jim DeMatteis y Kent Williams cuando yo ya tenía 18 años. No, evidentemente la magia no es la misma. Pero entonces recordé un cómic que sí me había aterrorizado cuando era solo un niño, una obra que me marcó de forma indeleble y me dejó alguna que otra noche sin dormir. La obra era Vuelo 714 para Sídney, una de las últimas aventuras de Tintín realizadas por Hergè, la antepenúltima si contamos la inconclusa Tintín y el Arte-Alfa.

No creo que sea necesario hablar demasiado sobre Hergè y Tintín, para mí una de las obras cumbres de la historia de la historieta, con uno de los mejores dibujos realizados jamás, un portento elaborado por Hergè y su notable y reconocido grupo de colaboradores. Los guiones de Hergè tampoco eran malos, desarrollando historias de aventuras inteligentes y divertidas, quizás abusando demasiado de los bocadillos, pero cada cual tiene sus preferencias. Dentro de la colección de Tintín, Vuelo 714 para Sídney, podría considerarse algo al margen, ya que entra en el campo de la ciencia-ficción y el misterio, algo que había ocurrido anteriormente en historias como Tintín en el Tibet o en el díptico sobre el viaje a la Luna. Aunque aquí se daba un pasito más, ya que pasamos del uso del misterio para adornar una historia de aventuras a convertirlo en el centro de la historia.

El guión de Vuelo 714 para Sídney parte de una trama clásica de aventuras, con accidentes aéreos en una isla perdida, secuestros, huidas y explosiones; lo que deriva a que Tintín y sus amigos tengan un encuentro en la tercera fase. Sin embargo, al margen de la trama, la mayor virtud del tomo se encuentra en su atmósfera y su tono, algo que en su momento perturbo mucho la mente de un niño que se horrorizo no ante una historia de terror con monstruo de largos dientes, sino ante la posibilidad de algo más allá difícilmente explicable o comprensible pero ante todo plausible.

Esta reflexión sobre Vuelo 714 para Sídney, nos permite remarcar lo débil que es la frontera entre el terror y la ciencia-ficción, una distinción que parece indisoluble e inequívoca, pero que permite ser transgredida con pequeños cambios y variaciones. Ahora, si me lo permiten, iré a comprar una pequeña luz infantil para la pared, ya que quiero estar preparado por si esta noche alguien o algo trata de abducirme.


bonus-track: Puede que Hergè no fuera más allá, pero otros han puesto a Tintín en verdaderos escenarios del horror.