Estamos
a las puertas de la noche de Halloween, el momento propicio para sumergirnos en
el visionado de películas de terror ahora que las noches son más largas, lo que
nos predispone a apreciar aún más el horror. En este caso, 30 días de oscuridad se centra en la figura del vampiro, tantas
veces representado en los últimos años, tanto en el cine como en las series de
televisión, pasando por la literatura y el cómic. Pese a tener un universo
bastante rico lleno de connotaciones y mitos propios, siempre hay autores que intentan
darle una vuelta de tuerca a estos seres sobrenaturales, buscando nuevas
estéticas, otorgándoles cualidades un tanto sentimentales o sumergiéndolos en
la oscuridad más misteriosa a la vez que macabra.
30 días de noche,
título original en español del cómic distribuido por Norma Editorial, de Steve
Niles y Ben Templesmith, parte de una premisa bastante interesante: en un pequeño pueblo de
Alaska los inviernos tienen la
peculiaridad de ser álgidos y oscuros, donde el sol se pone un día para no
volver a salir hasta pasados 30 días, he ahí la explicación lógica del título de
esta obra. Pero ¿qué ocurre cuando una serie de vampiros descubren tan
particular localización? pues que 30 días sin ver el sol es sinónimo de festín
de sangre y nieve. Hasta aquí la idea es curiosa y en unas manos acertadas hubiera
sido todo un pelotazo, sobre todo teniendo en cuenta que la representación de
los vampiros es un tanto particular, alejados de los clichés más clásicos. Sin
embargo la adaptación cinematográfica deja mucho que desear, arranca con buenas
intenciones pero a medida que la historia avanza hace aguas por todas partes,
el ritmo es, en ocasiones, aburrido, con escenas que no cuentan nada y con un
tempo insufrible, hasta el sentimentalismo destila dejadez, solo se salvan
algunas escenas en las que la nieve se cubre de sangre o en las que hay leves
indicios de casquería.
Cierto
es que unas cuantas escenas se salvan de la quema general pero no llegan a ser
brillantes, pese a tener unas localizaciones y una fotografía que hubieran
funcionado muy bien en manos de un buen director. Además el final, tan
sumamente precipitado, deja al espectador aún más molesto, tanto para tan poco.
Los
actores tan poco están demasiado acertados en sus papeles, lo que hace el film
menos creíble, si cabe. Lo que podría ser un survival horror más que decente es
simplemente una de esas películas para pasar el rato en noches como las de
Halloween, donde posiblemente haya más risas que miedos.
Es buena pero sinceramente me ha parecido muy extrema, me dio mucho miedo pero la disfruté. Es buena cinta primero porque Josh Hartnett participa en ella, y luego porque como filme de terror funciona maravillosamente bien.
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