Allá
por los noventa tuve la suerte de poder ver en televisión la película Cuando el viento sopla, por aquel
entonces no llegué a comprender con exactitud el mensaje que transmitía el
film, es más, pensaba que se trataba de un cortometraje, pero siempre quedó en
mi memoria, grabado a fuego, la imagen de esos dos ancianos haciéndose un
refugio y del colchón rojo.
Ahora,
tantos años después, he decidido volver a visionar esta obra unido a la lectura
de su original en formato cómic, admirando la grandeza del conjunto en estos
tiempos de crisis.
Cuando el viento sopla es
una obra original de Raymond Briggs que narra un inminente ataque nuclear a Reino Unido por parte de la
Unión Soviética y lo hace a través de las reacciones y vivencias de un
particular matrimonio de jubilados que viven en el campo. En un primer momento,
la confusión ante el ataque hace que ambos tengan una visión diferente de lo
que va a acontecer, sin darle la verdadera preocupación que se merece y con
ciertos toques de humor. Por un lado, la mujer sólo se preocupa de que su hogar
y sus posesiones no sufran ningún tipo de percance, además de hacer un repaso
crítico hacia la prensa, la política, los comunistas, beatnik, etc., mientras
que el marido sigue las instrucciones del gobierno y del ayuntamiento a la hora
de autoconstruirse una especie de refugio nuclear, algo que llega a resultar
desesperante, casi rozando lo patético, porque como espectadores sabemos que
unas tablas y unos cojines no van a poder evitar que mueran. Sin embargo, el
hecho de que actúen con total normalidad imprime a la obra cierta sensación de
desasosiego e ingenuidad, lo que la convierte en un trabajo antibelicista
extraordinario.
La
película usa una técnica mixta entre la imagen animada y el stop motion, a la
que se le unen imágenes en blanco y negro basadas en la Segunda Guerra Mundial,
lo que le confiere un toque especial que llega a profundizar aún más en el
espectador. Dignos de mención son los flashbacks y ensoñaciones que van
teniendo los protagonistas a lo largo del film, todas ellas de una gran
belleza, si se comparan con las imágenes fijas del cómic, aquí adquieren su
mayor potencial, ayudando al espectador a sentir la misma tranquilidad que posee
el matrimonio ante la inminente llegada del juicio final.
Sin
ningún tipo de duda, esta película es
una obra con mayúsculas que todo el mundo debería ver, tanto por su sencillez
como por el mensaje que transmite, dotado de un dramatismo que es imposible que
no toque el corazón de todos y cada uno de los espectadores, es tan sumamente sobrecogedora como la canción de David Bowie al principio de
la misma.
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