sábado, 22 de junio de 2013

Spain is Pain #119: Sweet harmony.


La verdad es que tengo un vago recuerdo de la música de Jean Michel Jarre; sin embargo, sí que me viene a la cabeza algunas imágenes de sus conciertos en las que recuerdo al músico francés frente a miles de personas ante sus teclados como si fuese una especie de chaman-científico tratando de invocar algo a través de la música y la energía de su audiencia.

Esa idea se ha acentuado tras la lectura de  Esperando a Jean Michel (Apa Apa, 2013) de Chema Peral, sobre todo la de la persona más allá del personaje público. El autor se ha imaginado un Jean Michel Jarre como un músico transmutado en un paracientífico cuya ciencia es la música. Pero esta obra lejos de convertirse en una hagiografía del músico francés se sitúa en el terreno de la reimaginación de las estrellas del pop, y aquí el autor se decide por representar a un personaje muy dulce con una misión muy sencilla: hacer feliz a la gente con su música. Siendo esta una especie de hilo conductor a través de los tiempos y de las diferentes dimensiones capaz de traer a personas de otro momento de la historia a su laboratorio musical.

Me quedo con dulce como adjetivo para definir este relato sobre las relaciones que surgen entre los seres humanos a través de la intemporalidad que ofrece el discurso musical; dulce por las formas de los personajes como por la forma en que está narrado y por la manera en que los personajes se relacionan entre sí.

Chema Peral nos trae un relato que se mueve entre dos tiempos, o mejor dicho en dos presentes, porque en ningún momento da la sensación de que exista una distinción entre presente, pasado y futuro, y realmente nos da igual. Dos presentes en el que en cierto momento confluyen, algo que ya sucedía en Dictadores aunque esta vez con diferente resultado, son cosas de la grapa y de aprovechar las ventajas narrativas que esta ofrece (y que parece que los autores que publican con Apa-Apa saben aprovechar muy bien)

Pero no solo eso, en este relato sobre confluencias temporales la utilización de colores que aparece en la portada es premonitoria: azul y naranja. Azul para el tiempo presente del músico francés y naranja para Andrea, conjugándose cuando ambos cohabitan en el mismo espacio tiempo. La desaturación de los colores elegidos sirve para acentuar esa idea de lo dulce abonado a este relato de encuentros y búsquedas de espacios que se desarrollan a partir de las emociones de los dos personajes principales. En el que el creador y su audiencia, esta vez reducido a una sola persona, se unen en una comunión en la que no pueden existir el uno sin el otro.


Todo esto se traduce en otro acierto de la editorial para su colección Grapa-Grapa, habrá que esperar a ver qué es lo próximo que nos ofrecen.

                                                                                                                      @Mr_Miquelpg

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