Al
principio de Alicia en el país de la
maravillas, la protagonista del inmortal relato escrito por Lewis Carroll,
esta con su hermana leyendo un cuento sin ilustraciones ni diálogos en eso que
parece un conejo blanco al que la protagonista decide perseguirlo hasta la
madriguera del animal. A partir de ahí se mezcla un mundo en el que el deseo
los anhelos y lo onírico se entremezcla en pos de un relato que muestra los
deseos y temores del personaje inspirado en Alice Lidell.
En El fuego (Caramba, 2013) de Miguel B. Núñez
nos plantea un relato paralelo al de Carroll en el que lo onírico y lo
fantasioso pasa a ser real y en la que el protagonista(s) puede dar rienda
suelta a sus perspectivas sexuales sin ningún tipo de impedimento. Sin embargo,
lejos de la lírica de Carroll, al menos en principio, nuestro relato empieza
con el típico pajillero que va a la montaña a desahogarse, al estar solo no
consigue colmar sus ansias con el onanismo (en los créditos finales nos
recomiendan leer el cómic en compañía), esa falta de interacción y ese pequeño
fracaso le lleva a seguir un jabalí, en definitiva un cerdo, que le conducirá a
una particular madriguera muy diferente a la que encontró Alicia al seguir al
conejo blanco.
El
agujero por el que desciende el protagonista le lleva al país de la lujuria. Donde,
casualmente, solo encuentra individuos libres sin ningún tipo de vínculo social
ni emocional y en el que todo el mundo practica sexo con todo el mundo sin
ningún tipo de complejos. A excepción de la única sociedad instaurada, un
pueblo que se dedica a censurar dichas actitudes. Aparece pues una lectura
sobre como las estructuras sociales son las mayores castradoras de los impulsos
individuales del ser humano.
Es
por eso que en este cómic brilla tanto el desparpajo a la hora de abordar una
sexualidad múltiple y variada, de la que los personajes hacen gala, como por el
imaginario que el autor desarrolla, y que reincide tanto en las formas como en
la narrativa con dos obras suyas publicadas el año pasado: King Egg y Los caballos.
Todo ello sin que la balanza se decante por la temática sexual del libro ni por
la estructura de mundo mágico en la que el autor sumerge a sus protagonistas,
apostando por un equilibrio que redunda en ciertas formas del cuento, pero sin
ningún tipo de moraleja.
A
diferencia de las dos obras anteriores el autor abandona la mística, sobre todo
la que podíamos ver en Los caballos, en
pos de un relato mucho más fluido en el que se potencia la alternancia de
situaciones, la aparición de nuevos personajes y la multiplicidad de tramas
narrativas que reinciden sobre ciertas formas del slapstick, y se acentúan a
través de un dibujo desprovisto de todo artificio, textos de apoyo y diálogos,
al menos en el sentido estricto de la palabra, siempre y cuando no consideremos
el intercambio de las expresiones de placer como tal.
Es en
definitiva un libro que apunta a una reivindicación del cómic como un medio meramente
visual en el que la viñeta juega en favor y como parte de la narrativa visual y
no como un mero contenedor que
jerarquiza el orden de lectura. El fuego
pone de manifiesto el buen momento creativo que está viviendo Miguel B. Núñez y
su buena disponibilidad a la hora de crear mundos mágicos con cierta aura infantil,
pero que en todo caso los recovecos de los mismos nos descubren que lo naïve es
solo una apariencia para elaborar un discurso emocional que traspasa cualquier
concepto estético.
@Mr_Miquelpg
@Mr_Miquelpg
No hay comentarios:
Publicar un comentario