miércoles, 1 de mayo de 2013

Sesión Numerada #6 Iron Man 3 (2013). El ingenioso hombre de hierro.



Iron Man, uno de los tantos personajes creados por Stan Lee para Marvel, parece que ha conseguido obtener un puesto de referencia en las videotecas privadas de muchos cinéfilos, aunque no todos seguidores del cómic. Para aquellos que no son tan aficionados al mundo del cómic y menos aún a la editorial Marvel, la trilogía Iron Man ha conseguido hacerse un hueco gracias a un primer título de presentación en el que se muestra la procedencia del superhéroe, cómo se convierte en el lo que es y una pequeña evolución del traje, para pasar a una segunda entrega en la que el público está más familiarizado con la personalidad de Tony Stark y en la que se aparecen nuevos personajes del Universo Marvel, convirtiendo al film en una antesala para la que fuera la esperadísima Los Vengadores (The Avengers, 2012), pero al mismo tiempo manteniendo los toques de humor y acción que han hecho a esta trilogía merecedora de tanto halago.



Centrándonos ahora en su tercera entrega, podemos afirmar, aún más si cabe, que la relación establecida entre Robert Downey Jr. y Tony Stark-Iron Man es tan perfecta que parece que el papel es una especie de autobiografía del actor, es más, tras los rumores de la salida del proyecto de Robert Downey Jr de Los Vengadores 2 se nos plantea la cuestión de ¿quién puede ocupar el lugar de Robert como Iron Man? La primera respuesta parece ser un... ¿nadie? Se ha llegado al punto de comparar la interpretación de Iron Man con la de James Bond, un personaje con una personalidad tan definida que resulta un martirio encontrar al actor que lo encarne sin salir escaldado por la feroz y siempre crítica audiencia. Aunque en ocasiones tras una primera película siempre suele apaciguarse.

Una de las peculiaridades de Iron Man 3, desde mi punto de vista, es que está más enfocada que sus predecesoras a un público más infantil-juvenil, la figura del pequeño ayudante es posiblemente una de las piezas claves junto con una serie de chistes de corte blanco y, claro está, las escenas de acción. Otro de los puntos destacados en esta tercera entrega es que se cuestiona el paradigma del superhéroe, alejándolo de una vertiente más sensiblera, ya no hay indicios de una futura muerte por un mal funcionamiento del reactor y su anexión al paladio o por alejar la metralla del corazón, ahora se cuestiona la propia esencia del héroe como lo que es, se muestran sus limitaciones, sus miedos y sus deseos.



También la verdadera naturaleza del villano, encarnado por Sir Ben Kingsley, y no falto de humor, pone en entredicho el papel de este rol dentro de la película y los pelos de punta a los aficionados al cómic que han visto en este personaje una auténtica pantomima de la figura de este supervillano. Por un lado, una posible respuesta es la oficial, la de evitar referencias racistas y así poder estrenar la película en el gigante chino, por otro lado, también puede ser una paradoja de la estupidez que nos rodea, la falsedad y los rumores que se mueven en un segundo plano que al final no son otra cosa que eso: una pantomima que oculta cuestiones más serias.

En definitiva, si tuviera que elegir, posiblemente me quedase con la primera entrega de Iron Man, aunque esta última ocuparía un lugar muy próximo. La evolución del personaje de Tony Stark es digna de mención, al igual que la relación con Pepper Potts, que, como la pimienta, está en pequeñas dosis pero siempre acertadas, en exceso podría picar demasiado, a lo que sumamos la actuación de Jon Favreau como Happy, alejado en esta entrega de la dirección, y adicto a Downton Abbey.


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