Hace ya unos días que conocíamos
la noticia de que la película Arrugas, dirigida
por Ignacio Ferreras y basada en el cómic de Paco Roca, se estrenará en junio
en Japón, es más, de la mano del conocidísimo Studio Ghibli. Es por este motivo
que hoy nos acercamos a estas magnificas obras: un excelente cómic, aunque no
tal vez no el mejor de Paco Roca pero sí el más reputado, editado en España por
Astiberri (2007) y ganador del Premio Nacional del Cómic en 2008 y su
adaptación al cine, tan respetuosa y fiel que hace que ambas obras se
conviertan en un auténtico díptico inseparable.
El tema del propio cómic
ya resulta peculiar, y no me refiero a una peculiaridad extravagante que
resalte sobre la obra sino al simple hecho de tratar un tema tan cercano como
la vejez y el Alzheimer de un modo tan inteligente y bonito que hace que al
finalizar su lectura veas de un forma totalmente diferente la ancianidad y que
te cuestiones a ti mismo dentro del universo creado por la misma.
La historia se centra
en la llegada de Emilio, un antiguo ejecutivo bancario, a una residencia geriátrica
tras sufrir una crisis de Alzheimer en la que se olvida de quién es en el
presente, un jubilado, para recuperar como actual los recuerdos de una vida
pasada. Dentro de la residencia conocerá a una serie de personajes, destacando
a su compañero de habitación, Miguel, que intentará hacer todo lo posible para
ayudar a Emilio a mantener su memoria a través de una serie de triquiñuelas,
todo para que el protagonista no tenga que ser trasladado a la primera planta
del centro, un auténtico terror para los ancianos, donde están los impedidos, el
último escalón de la vida.
Destacar de la película
el tempo, pausado pero constante, que te transporta, aún más, si cabe, a la
visión del propio paso del tiempo que tienen los ancianos, las magnificas
elipsis temporales enaltecen la rutina diaria de los protagonistas, cuya
dilatada vida activa ahora se resume en un horario regular de comidas, la
siesta y las escasas actividades programadas.
Los toques de realismo
mágico presentes a lo largo del film son una válvula de escape a la dureza que
puede representar la vejez y la enfermedad, al mismo tiempo que le otorga una
belleza y esperanza que también puede verse en la rememoración de los recuerdos
de la infancia. Un claro ejemplo de ello se encuentra en la metáfora del primer
día de colegio, en la que el protagonista, al igual que el resto de nosotros,
tiene que enfrentarse a una nueva etapa en la vida, salir del hogar familiar y
rodearse de desconocidos, y debe hacerlo sin miedo, pese a que no resulte
sencillo, o en la escena del campanario de los jóvenes Dolores y Modesto de una
preciosidad indiscutible. Los recuerdos se convierten en nubes blancas que
desaparecen ante nosotros, tal y como hace la propia enfermedad del Alzheimer.
A modo de cierre solo
me queda comentar que pese al tema tratado, tanto el cómic como la película, se
alejan del melodrama facilón pero no de la emotividad, a veces el camino más
fácil, para buscar una forma más interesante y sutil de narrar la historia. La
banda sonora tiene un papel destacado y aparece en los momentos donde los
silencios de la soledad dejan de ser protagonistas para dar paso al bien
trabajado acompañamiento. Del mismo modo, las pequeñas licencias cómicas que se
entrelazan dentro de la historia sirven para aliviar el sufrimiento sin caer en
el sentimentalismo y conectar aún más con el espectador, dando una visión un
tanto optimista a una fábula con un final fatalista.
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