Corea del Norte siempre ha estado ahí, concretamente desde 1948, pero
aunque ahora sea un continuo trending topic y parezca que estamos a las puertas
de la Tercera Guerra Mundial, lo cierto es que no hay nada nuevo bajo el sol.
Cuando los japoneses abandonaron Corea en 1945, los soviéticos y los americanos
hicieron con el país lo mismo que con Alemania, creando al sur del paralelo 38
la República de Corea, bajo auspicio norteamericano, y al norte la República
Popular Democrática de Corea, bajo la protección de los comunistas. Aunque claro, ambas Coreas reclaman el territorio
de la otra. La situación entre las dos Coreas llega hasta tal punto que ambas
naciones se encuentran oficialmente en guerra, ya que en 1953 se limitaron a
firmar un armisticio que ha dejado hasta nuestros días el conflicto armado en
standby.
Después el tiempo pasó. Corea del Sur ha evolucionado hasta convertirse
en una de las principales economías del mundo, una democracia al estilo
occidental que ha generado desde gigantes empresariales como Samsung hasta
artistas de primer nivel como el director de cine Bong Joon-ho. La historia de
Corea del Norte es algo diferente, ya que es la única dictadura comunista
hereditaria del mundo, además de ser una mezcla entre la Oceanía de 1984 de George Orwell y El castillo de Kafka. Corea del Norte fue
gobernada por su fundador, Kim Il-Sung hasta su muerte en 1994, cuando el poder
fue tomado por su hijo, Kim Jong-Il, que dirigió la nación hasta su muerte en
el año 2011, cuando King Jong-Un tomó el relevo y decidió que la situación
geopolítica mundial estaba muy aburrida. Este es el motivo de que cada mañana
nos levantemos con amenazas de guerra nuclear o coloridos desfiles de masas con
sonrisa demoníaca.
Evidentemente, todo esto acabará en nada, ya que Corea del Norte se
limita a amenazar al mundo occidental para mantenerse en la palestra
informativa. Es cierto que tienen la bomba nuclear, pero saben que perderían la
guerra en cuestión de segundos y que China no va a permitir tener un vertedero
nuclear en su patio trasero. ¿Así que qué diferencia a Corea del Norte de otros
enemigos del gran Satán como Irán o Venezuela? Pues su propia idiosincrasia, su
construcción social que ha permitido crear lo más cercano a un mundo alienígena
en la Tierra. Corea del Norte es un faro que atrae a los pirados y a los locos,
gente cuya curiosidad es mayor que su sentido común. Miguel Pérez Gómez y yo
nos hemos planteado alguna vez visitar el país, lo que saldría más o menos por
unos 2.500€ por cabeza, sin contar el desplazamiento hasta China, ya que sólo
se puede entrar al país en tren. Cuando llegas te dan un guía y un intérprete,
que se convertirán en tu sombra, no dejándote salir nunca de un viaje sobre
raíles.
Hablando sobre Corea del Norte uno termina preguntándose si no sería
útil llevar una pequeña nevera con tu propia sangre para posibles
transfusiones. Pero claro, después uno tiene la duda de si gastarse todo ese
dinero en un capricho tan banal que no hará otra cosa que alimentar a un
régimen donde los muertos en las hambrunas se cuentan por millones y que se
basa única y exclusivamente en la devoción lunática y obscena al líder, una
realidad que haría pasar por inocuas las películas propagandísticas de ciencia-ficción
que hacían los norteamericanos en los años cincuenta del pasado siglo. Y si
alguien tiene la más mínima duda, sólo necesita leerse el cómic Pyongyang, obra del canadiense Guy
Delisle. Porque si el terror nuclear asusta, no es nada comparado con la
realidad social que soportan los habitantes, ya que no merecen el título de
ciudadanos, de Corea del Norte.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de cómo la realidad supera sin
problemas el horror de cualquier obra de ficción, como cuando tratamos obras
que recogían la infancia en la guerra. Pero mientras la explosión sangrienta y
deshumanizada de un conflicto armado es comprensible, tanto como lo puede ser
la locura transitoria o el ataque de un monstruo que deja de estar controlado,
el terror de Pyongyang va mucho más
allá, convirtiéndose en una locura que se introduce en la mente, un horror casi
cósmico. Guy Delisle llega a Corea del Norte a principios del siglo XXI para
supervisar la animación de una serie de dibujos animados francesa, ya que a
pesar de su ideología, Corea del Norte no hace ascos a las divisas extranjeras.
Aunque lo sorprendente llega cuando Guy descubre toda la pantalla de humo y
espejos que Corea del Norte levanta para separar a los pocos extranjeros que
llegan al país del grueso de la población. Pyongyang
se puede leer casi como un anecdotario del horror, pues cada vivencia o
experiencia de Guy Delisle no deja de ser un paso más en una locura kafkiana.
Pero lo peor es que lo que leemos en el cómic no es más que el cartón dibujado
y coloreado que los afines al régimen muestran a los extranjeros, por lo que es
imposible conocer a ciencia cierta la verdadera realidad de Corea del Norte.
Si queremos ver en imágenes reales lo que supuestamente nos quieren
hacer creer que es Corea del Norte, podemos ver el documental Amarás al líder sobre todas las cosas,
realizado por el periodista Jon Sistiaga, en el que asistiremos a todas las
locuras del régimen. Pero Pyongyang
nos da más matices, pues como declara Guy Delisle, los periodistas son con diferencia
los visitantes más vigilados, mientras que él, un anónimo animador canadiense, puede
escapar un poco por los resquicios, minúsculos, y otear algo de la Corea del
Norte que en algún lugar debe existir y ser real. Porque al final todo se
resume en una simple pregunta, lanzada por el propio Guy Delisle en su cómic. Saber
si realmente los norcoreanos se creen lo que gritan en consignas amando a sus
queridos líderes, autores de miles de libros y películas. Una pregunta que se
puede extender más allá y cuya respuesta tiene una importancia capital, pues si
unos auténticos chalados han conseguido doblegar el alma y el raciocinio de
toda una nación con absurdeces de tal nivel, qué trabajo costaría hacer lo
mismo con mentiras mucho más creíbles.
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