jueves, 4 de abril de 2013

El sótano del primo Barto: Comedia romántica costumbrista con monstruos


Más de una vez hemos comentado en este espacio las posibilidades que nos ofrece la hibridación de géneros, la opción de romper las barreras entre los géneros, mucho más débiles y difusas de lo que pudiera parecer a simple vista, y crear relatos que se sustentan en la amalgama, ya sea esta la provocada por mezclar western y ciencia-ficción o aventuras y terror. Pues al final, todas las historias responden al mismo esquema, unos personajes dentro de una trama, siendo los géneros poco más que agrupaciones de posibilidades dentro de dichos relatos.

Otra cosa diferente es ya el abandono del género en pos de la llamada obra de autor. En este caso, habría que discutir un poquito más, pues realmente es muy difícil crear una obra al margen de cualquier género, ya que el universo en la misma medida que tiende a destruirse, tiene la misma predilección, de forma esquizofrénica, de ordenarse y encauzarse. Como prueba de esto sólo hay que ver como las llamadas obras de autor en cierta medida han terminado por conformarse como un género propio, hasta el punto de que han desarrollado sus propios estilemas, los cuales van desde el ritmo de narración hasta los propios personajes y temas que protagonizan dichas obras. No voy ahora a abrir ningún debate entre el género y el autor, pues creo que cada obra debe ser defendida por ella misma, al margen de pertenencia o afiliación a un movimiento artístico o cultural.

En todo caso, es cierto que se ha levantado una especie de muro entre el género y la obra de autor, un enorme océano que divide en gran medida a los consumidores. Si nos ponemos en la piel de un experto en estudios culturales, diríamos que actualmente los nerds y los hipsters se enfrentan con dos concepciones diferentes. Ninguno de los dos tiene razón, ya que como la inmensa mayoría de las posiciones extremistas, caen en dos errores imperdonables: por definirse por oposición a sus diferentes y por practicar una nula exigencia con las obras y autores pertenecientes a su grupo. La creación cultural, más allá de la mera plasmación artística, debe estar por encima de filias y fobias, siendo un combate desigual entre el autor, por si mismo, enfrentado a toda la sociedad.

Aquí entra el fantástico Jason, un autor de cómic noruego afincando en Francia que roto las barreras no entre los géneros, sino entre concepciones aislacionistas de la cultura. Si prestamos un mínimo de atención a dos obras del autor, como son Yo mate a Adolf Hitler y Los hombres lobos de Montpellier, asistiremos a un ejercicio magistral en el que la llamada obra de autor se mezcla con el género más puro. Los argumentos de ambas obras parten de argumentos puramente de género, en la primera un científico crea una máquina del tiempo, la cual planea utilizar para matar al líder fascista alemán; mientras que en la segunda, un ladrón que se disfraza de hombre lobo para asustar a sus víctimas deberá enfrentarse al enfado de una cofradía de auténticos hombres lobos.

Estas dos obras, como buena parte de la bibliografía de Jason, parten de una premisa de género que se va diluyendo y mezclando con un tono casi de slice of life, en el que asistimos a la vida cotidiana de sus personajes, los cuales a pesar de tener que desplazarse temporalmente para matar a un dictador o enfrentarse a una organización de licántropos, se enamoran de forma torpe o van a fiestas donde tienen conversaciones triviales. Este costumbrismo es uno de los mayores aciertos de Jason, ya que humaniza totalmente a sus protagonistas, lo que termina impregnando a la obra de cierto sentido del humor melancólico y fatalista, ya que sus héroes son completamente humanos, hasta el punto de que cometen errores triviales o sienten timidez ante las situaciones más cotidianas.

Tras leer Los hombres lobos de Montpellier o Yo maté a Adolf Hitler nos damos cuenta que a pesar de tratar temas tan fantásticos, la obra de Jason rezuma verosimilitud, ya que si realmente nos pusiéramos en dichas situaciones, lo más probable es que nos comportáramos como los personajes de Jason. Porque el hecho de que unos hombres lobos te quieran asesinar no le va a restar importancia a la angustia que te provoca estar enamorado en silencio de tu mejor amiga. En cierto sentido, se podría decir que Jason abre una tercera vía entre el género más puro y la autoría más refinada, aunque todo caso debería verse como una opción magistralmente trabajada por el autor, y nunca como un marco ideal al que deberían derivar todos los creadores. Al final hablamos simplemente de obras y público, una comunicación directa que no debería mancillarse por etiquetas o luchas estériles. Si no te gusta una obra no le des más oportunidades al autor, no malgastes tiempo criticando o atacando. Aunque si no te gusta Jason es que tienes un problema.


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