La rescritura del héroe, reimaginar el cómic como medio y
reivindicar el autor como creador último de la obra. Estas son algunas de las
virtudes de las que hace gala el díptico El
Héroe (Astiberri, 2011-2012) de David Rubín del que acaba de aparecer su
segunda y última parte.
En la primera parte nos encontramos con un relato en el
que la estética se da la mano con la narrativa para crear una historia en la
que se crea un cuento posmoderno en el que Heracles no deja de ser tanto un
esclavo de su destino como un héroe pop de nuestros tiempos. En esa
construcción primigenia de un héroe cargado solo de valores positivos y en el
que sus virtudes son su mayor cualidad. Pero que a la vez se cimenta a través
de su némesis, a la vez que hermano, Euristeo un ser moralmente pobre que no es
mas que una marioneta tanto del destino como de los dioses.
En esa concepción pop del héroe se nos muestra una idea,
buscada por el autor y recreada con brillantez en la que predomina una paleta
de colores vivos y claros. En la que se le da brillo a la única faceta de este construida
a través de la superación de obstáculos en la que este no solo sale vencedor de
todas las batallas, sino que no se deja llevar por la fiebre de la victoria ni
por la orgía de popularidad en la que se ve inmerso.
Hasta ahí la primera parte de esta obra, todo esta
dispuesto para la conclusión: los personajes, los escenarios y la trama. Rubín
dispone todo en un relato que parece que va a ser continuista, pero no. El
segundo volumen del héroe supone la batalla interior de este y el viaje a los
infiernos (literal) y la lucha por desprenderse de su destino como sirviente
del regente Euristeo. Todo se trastoca, el segundo volumen empieza como un
sueño dorado en el que Heracles encuentra la felicidad personal para páginas
mas tarde perderla. A partir de ahí los colores pasan a ser oscuros ya que sus
propios demonios son los que deberá combatir, enfrentarse a todos los altos valores
que antes defendía sin pensar se convierten en nimios.
No solo eso cuando Heracles llega al poder se convierte
en un líder que va a dar al pueblo que lo ha alzado, lo cual sitúa esta segunda
parte en total consonancia con los tiempos que corren. El pueblo como sustento
del héroe es pues otra de las temáticas que aparecen de manera transversal en
este díptico, las personas no aparecen tan solo como aquellos personajes que
han de ser salvados de las garras las bestias mitológicas sino que son parte
importante en la historia en la mano de los cuales se sustenta el poder de un héroe
con cualidades divinas.
Independientemente de que la segunda parte sea superior a
la primera la lectura conjunta de ambos títulos es completamente
imprescindible. De hecho El héroe es
ya un clásico del comic español, una referencia dentro del comic de autor y si
me apuro del comic de superhéroes. Porque en esencia esta obra es una reflexión
sobre la idea de esos seres que en el imaginario colectivo están destinados a
salvarnos una y otra vez, de su función dentro de la sociedad y de los valores
que este transmite al conjunto de la humanidad. En cuanto a la reescritura del
héroe que hablábamos al principio no solo se basa en el aspecto gráfico sino en
pequeños aspectos, digamos, de attrezzo: radio, mp3, coches, motos, etc. Que
en ningún momento desplazan el interés del relato, es más ayudan a construir un
relato de lo pop en la que se basa, sobre todo, la primera parte de la obra.
El héroe es un título lleno de virtudes gracias a un
autor que es consciente de la valía de su trabajo y del valor del autor en la
obra. Por eso esta obra es como es y no es una obra más que intenta reflejar al
héroe tan solo a través de las escenas de acción si no a través de las de
reflexión. David Rubín lo ha dejado claro así son los héroes nos guste o no:
altos y fuerte, pero infelices.
@Mr_Miquelpg
@Mr_Miquelpg
Deseando de pillar este segundo volumen... Rubín es muuu grande
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