jueves, 17 de mayo de 2012

El sótano del primo Barto: La perversa fascinación del traje

Sin duda, uno de los aspectos más interesantes de la producción contemporánea en el cómic de terror es la hibridación, una de las tendencias predominantes de la postmodernidad. Como ya decíamos la semana pasada a raíz del cómic Spawn de Todd McFarlane, este ejercicio se vuelve un quebradero de cabeza de cara a la investigación o el análisis, porque las difusas fronteras que se crean dificultan la labor de catalogar una obra dentro de un género u otro, obtándose al final por introducir a la obra en una categoría doble. En el caso de Spawn veíamos como el terror era una mera excusa, casi un recurso visual, para cargar una historia de superhéroes donde primaba la aventura, aunque esto no elimina otras opciones como mínimo igual de interesantes.

Una opción de hibridación igual de remarcable es optar por el acercamiento contrario, partir de los lugares comunes del superhéroe para crear una historia, que está vez sí, se centra en el género de terror. Tenemos un perfecto ejemplo de esta práctica en dos cómics guionizados por el inglés Peter Milligan: Enigma y The Extremist, los dos publicados en 1993 por la editorial Vertigo, el primero con dibujo de Duncan Fegredo y el segundo con el trabajo artístico de Ted McKeever. Ambos cómics son una absoluta genialidad que tomando elementos del género de superhéroes, como ya hemos comentado una parcela dentro del género de aventuras, llevan al género de terror un pasito más allá mezclando el horror casi que con la metafísica.

Enigma es un trabajo centrado principalmente en el desdoblamiento del héroe, una obsesión dentro de la producción del autor británico, como podemos ver en Shade, el hombre cambiante, un prisma sobre el propio concepto de héroe a todos los niveles; o en X-Statix, el acercamiento más realista jamás realizado al superhéroe, por encima de las fantasías fascistas de Frank Miller o Alan Moore. Enigma es una historia sobre un hombre incapaz de lidiar con los poderes sobrehumanos, el cual se refugia en la figura irreal del superhéroe de cómic, algo que termina forzando su propia psique hasta un punto de no retorno donde se difumina el propio concepto de individuo. El cómic de Milligan y Fegredo casi podría considerarse como un perturbador acercamiento hacía el concepto fracasado de superhombre de Nietzsche, donde el poder solo genera caos y destrucción.

Por su parte, The Extremist deja de lado todo el aspecto sobrehumano del héroe para asentarse sobre las características básicas del vigilante sin poderes, cuyo mayor representante lo encontramos en la figura de Batman. Lo perverso de la obra de Milligan es que mientras Enigma es un ser omnipotente que nos sirve para reflexionar sobre la debilidad antinatural del superhéroe, The Extremist es solo un ser humano con un traje que nos sirve de vehículo conductor para una reflexión sobre el poder desmedido que no lleva pareja una responsabilidad. La obra de Milligan y McKeever no se queda atrás a nivel de perturbación, ya que el superhéroe, y especialmente su traje, es el motor central de una historia de degeneración y perversión donde se mezcla el sexo y la dominación.

Estos dos trabajos de Peter Milligan, y gran cantidad de su producción, son un auténtico problema a la hora de tratar de clasificar todas las obras en géneros estancos, dificultando en gran medida la labor de los estudiosos y divulgadores del cómic. Pero este problema se perdona y se desprecia con velocidad al ver el enorme disfrute que provoca su lectura, un juego en el que el autor se empeña en casi cada página en romper una nueva frontera, una misión que para sorpresa del lector cumple con eficacia alemana y flema británica en la inmensa mayoría de sus intentos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario