jueves, 2 de febrero de 2012

El sótano del primo Barto: Terror en la más tierna infancia

Pensando posibles temas para el artículo de esta semana, se me ocurrió que podría hablar sobre algún cómic de terror que hubiera disfrutado durante mi infancia. Seguidamente me di cuenta que yo no había leído demasiados cómics de terror durante mi infancia, es más, creo que no me leí ninguno. Cuando no era más que una entrañable criaturita, me limitaba a leer cómic europeo. No tenía problemas con la producción española, de la que consumía básicamente clásicos donde no faltaban Mortadelo, Zipi y Zape, El Capitán Trueno o Superlópez entre otros. Aunque he de reconocer que era un traidor a la patria y lo que de verdad me apasionaba era el cómic franco-belga, hasta el punto de releer muchas veces todos los tomos de Astérix Tintín, Blake y Mortimer o Spirou, o cualquier otra obra de Franquin.

Evidentemente, ante este panorama, primaba la aventura y el humor sobre el terror, campo que consumía mayoritariamente recurriendo al cine y la literatura. Debido a esto, parecía que me quedaba sin tema, pues hablar de algo que te aterroriza en la infancia no es lo mismo que contar cuando me leí Blood: un relato sangriento de Jim DeMatteis y Kent Williams cuando yo ya tenía 18 años. No, evidentemente la magia no es la misma. Pero entonces recordé un cómic que sí me había aterrorizado cuando era solo un niño, una obra que me marcó de forma indeleble y me dejó alguna que otra noche sin dormir. La obra era Vuelo 714 para Sídney, una de las últimas aventuras de Tintín realizadas por Hergè, la antepenúltima si contamos la inconclusa Tintín y el Arte-Alfa.

No creo que sea necesario hablar demasiado sobre Hergè y Tintín, para mí una de las obras cumbres de la historia de la historieta, con uno de los mejores dibujos realizados jamás, un portento elaborado por Hergè y su notable y reconocido grupo de colaboradores. Los guiones de Hergè tampoco eran malos, desarrollando historias de aventuras inteligentes y divertidas, quizás abusando demasiado de los bocadillos, pero cada cual tiene sus preferencias. Dentro de la colección de Tintín, Vuelo 714 para Sídney, podría considerarse algo al margen, ya que entra en el campo de la ciencia-ficción y el misterio, algo que había ocurrido anteriormente en historias como Tintín en el Tibet o en el díptico sobre el viaje a la Luna. Aunque aquí se daba un pasito más, ya que pasamos del uso del misterio para adornar una historia de aventuras a convertirlo en el centro de la historia.

El guión de Vuelo 714 para Sídney parte de una trama clásica de aventuras, con accidentes aéreos en una isla perdida, secuestros, huidas y explosiones; lo que deriva a que Tintín y sus amigos tengan un encuentro en la tercera fase. Sin embargo, al margen de la trama, la mayor virtud del tomo se encuentra en su atmósfera y su tono, algo que en su momento perturbo mucho la mente de un niño que se horrorizo no ante una historia de terror con monstruo de largos dientes, sino ante la posibilidad de algo más allá difícilmente explicable o comprensible pero ante todo plausible.

Esta reflexión sobre Vuelo 714 para Sídney, nos permite remarcar lo débil que es la frontera entre el terror y la ciencia-ficción, una distinción que parece indisoluble e inequívoca, pero que permite ser transgredida con pequeños cambios y variaciones. Ahora, si me lo permiten, iré a comprar una pequeña luz infantil para la pared, ya que quiero estar preparado por si esta noche alguien o algo trata de abducirme.


bonus-track: Puede que Hergè no fuera más allá, pero otros han puesto a Tintín en verdaderos escenarios del horror.

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