Después de la introducción de tres semanas que hemos dedicado a la Nueva Carne, creo que deberíamos cambiar un poco el tono de esta aborrecible columna, por lo que hoy nos centraremos en el humor. Pero tranquilos, que aquí podemos reírnos, pero ni por un segundo vamos a dejar de lado lo más oscuro del alma humana, así que nos reiremos con un deje de horror y locura. Para conseguir ese objetivo nos centraremos en El joven Lovecraft, la tira cómica de José Oliver y Bart Torres una obra que conjuga perfectamente el humor directo con esas pequeñas referencias que crean una agradable complicidad entre el autor y el lector.
La verdad es que no descubrí la existencia de El joven Lovecraft gracias a su tira digital, sino más bien gracias a mi hermana, que se había comprado el primer tomo, el cual tomé prestado sin pedir permiso. Para ser sincero, cuando me enfrenté por primera vez a El joven Lovecraft me esperaba una tira corriente llena de obviedades y lugares comunes, quizás por mí poca confianza en el género de humor en la historieta nacional, que muchas veces no suele pasar de la parodia directa sin más. Pero afortunadamente, el resultado que José Oliver y Bart Torres consiguen con El joven Lovecraft deja muy atrás a lo que nos ha acostumbrado la media del cómic de humor, pero es que si además nos gusta el terror encontraremos pocas obras que se acerquen, y si ya además rizamos el rizo y estamos locos por los mitos de Cthulhu ya es cuando tenemos una obra que te llena la tarde, quizás la mejor junto a Unspeakable (Vault of Doom), realizada por Goomi.
Como iba diciendo, me senté en compañía del primer tomo de El Joven Lovecraft y no me levanté hasta que me leí la última página, una delicia. Después me puse a pensar un rato. Si nos paramos a reflexionar sobre la importancia de la obra de Lovecraft, fácilmente nos damos cuenta de cuanto ha influido en el horror actual, convirtiéndose claramente en un subgénero de terror que inunda todos los medios, desde la literatura al cine pasando por el cómic o los videojuegos. Aunque la mayoría de dicha producción se centra en la visión más seria de las creaciones del maestro de Lovecraft, quitando algunos ejemplos como el cómic de Goomi, o las sagas cinematográficas de Evil Dead o Re-Animator. Aunque tanto las aventuras de Ash creadas por Sam Raimi como las peripecias del doctor Herbert West llevadas a la pantalla por Stuart Gordon y Brian Yuzna optaban por el mismo camino, el pasarse de rosca convirtiendo el horror cósmico en Grand Guignol.
Seré el último ser sobre la Tierra que reniegue del abuso de sangre falsa y látex, pero a veces está bien encontrar obras que optan por otro camino. No nos engañemos, en El Joven Lovecraft, José Oliver y Bart Torres no desarrollan un humor sesudo, es más, abundan las bromas de sal gruesa, las cuales contrastan de maravilla con la gran cantidad de referencias cruzadas que nos podemos encontrar. Esto es fantástico, ya que te puedes reír porque un primigénio llame mariquita a Lovecraft mientras te sientes más listo al reconocer un guiño a tal autor u obra, ¿qué más se puede pedir?
Un profesor que me impartió clases dijo una vez que el más difícil de los géneros era la parodia, debido a que se debe conocer en profundidad una obra o género para después pervertir todas las reglas aplicando unas nuevas. Esto es precisamente lo que consiguen José Oliver y Bart Torres con El Joven Lovecraft, demostrando un gran conocimiento sobre la obra del autor de horror y la cultura popular en general, una sabiduría que gentilmente nos devuelven convertida en carcajadas.
La verdad es que no descubrí la existencia de El joven Lovecraft gracias a su tira digital, sino más bien gracias a mi hermana, que se había comprado el primer tomo, el cual tomé prestado sin pedir permiso. Para ser sincero, cuando me enfrenté por primera vez a El joven Lovecraft me esperaba una tira corriente llena de obviedades y lugares comunes, quizás por mí poca confianza en el género de humor en la historieta nacional, que muchas veces no suele pasar de la parodia directa sin más. Pero afortunadamente, el resultado que José Oliver y Bart Torres consiguen con El joven Lovecraft deja muy atrás a lo que nos ha acostumbrado la media del cómic de humor, pero es que si además nos gusta el terror encontraremos pocas obras que se acerquen, y si ya además rizamos el rizo y estamos locos por los mitos de Cthulhu ya es cuando tenemos una obra que te llena la tarde, quizás la mejor junto a Unspeakable (Vault of Doom), realizada por Goomi.
Como iba diciendo, me senté en compañía del primer tomo de El Joven Lovecraft y no me levanté hasta que me leí la última página, una delicia. Después me puse a pensar un rato. Si nos paramos a reflexionar sobre la importancia de la obra de Lovecraft, fácilmente nos damos cuenta de cuanto ha influido en el horror actual, convirtiéndose claramente en un subgénero de terror que inunda todos los medios, desde la literatura al cine pasando por el cómic o los videojuegos. Aunque la mayoría de dicha producción se centra en la visión más seria de las creaciones del maestro de Lovecraft, quitando algunos ejemplos como el cómic de Goomi, o las sagas cinematográficas de Evil Dead o Re-Animator. Aunque tanto las aventuras de Ash creadas por Sam Raimi como las peripecias del doctor Herbert West llevadas a la pantalla por Stuart Gordon y Brian Yuzna optaban por el mismo camino, el pasarse de rosca convirtiendo el horror cósmico en Grand Guignol.
Seré el último ser sobre la Tierra que reniegue del abuso de sangre falsa y látex, pero a veces está bien encontrar obras que optan por otro camino. No nos engañemos, en El Joven Lovecraft, José Oliver y Bart Torres no desarrollan un humor sesudo, es más, abundan las bromas de sal gruesa, las cuales contrastan de maravilla con la gran cantidad de referencias cruzadas que nos podemos encontrar. Esto es fantástico, ya que te puedes reír porque un primigénio llame mariquita a Lovecraft mientras te sientes más listo al reconocer un guiño a tal autor u obra, ¿qué más se puede pedir?
Un profesor que me impartió clases dijo una vez que el más difícil de los géneros era la parodia, debido a que se debe conocer en profundidad una obra o género para después pervertir todas las reglas aplicando unas nuevas. Esto es precisamente lo que consiguen José Oliver y Bart Torres con El Joven Lovecraft, demostrando un gran conocimiento sobre la obra del autor de horror y la cultura popular en general, una sabiduría que gentilmente nos devuelven convertida en carcajadas.
tiene sus más y sus menos, demasiados altibajos para mi gusto, pero a veces es muy, muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentarnos la aparición de esta reseña. Me alegro de que te gustara nuestra obra.
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