miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sesión Numerada #35 La vida de Adèle (2013) “El amor no siempre coincide con la moral que nos enseñan”



Hay veces en las que  vamos al cine a ver una película enfrascados en una serie de prejuicios, creados, en su mayoría, por las noticias que corren sobre el film, amigos o allegados que ya la han visto o incluso por los premios que ha cosechado en determinados festivales de renombre. Sin embargo, hay momentos en los que apartas toda esa información quedándote con lo más básico, acudes a la sala de cine y experimentas las sensaciones que el director ha querido plasmar con su obra, como es el caso que nos ocupa.

La vida de Adèle está basada en la novela gráfica El azul es un color cálido de Julie Maroh, pero va mucho más allá de la trágica historia en torno a la que gira la obra original, aunque parte de la misma premisa: el renacer sexual de una adolescente que no sabe muy bien en qué terreno jugar, si en el de las chicas con los chicos, moralmente aceptable, o en el de las chicas con las chicas, liberándose de los prejuicios y guiándose por lo que realmente le dicta su corazón, que a fin de cuentas es el motor central del amor. De igual modo, el color azul juega un papel destacado en ambas obras, y no solo desde el punto de vista estético. Mientras que en la novela resalta las emociones y las vivencias amorosas, en el film adquiere más riqueza visual y emotiva, ya que dependiendo de las fases en las que se encuentre Adèle puede ser trágico o estar vinculado con las sensaciones más felices que una persona enamorada pueda encontrar.



Abdellatif Kechiche ha sabido elegir, con acierto, rodar una película basada en primeros planos, al principio pueden descolocar al espectador e incluso resultar desagradable y violento, no hay nada peor que ver la cara de una adolescente mientras come de forma compulsiva y sin ningún tipo de modales, pero una vez que te adentras en el juego que propone el director descubres que todo tiene un significado, que no es otro que el de vivir la vida de Adèle, ser parte de ella y sentir lo que ella siente a través de sus expresiones, sus tics y sus miradas. Nos convertimos en su sombra, sufrimos cuando ella lo hace y nos sentimos felices cuando ella lo está. Si bien es cierto que la etapa de instituto, el arranque de la película, puede resultar lento e incluso molesto, sobre todo para aquellos que rememoran esa etapa como la peor de sus vidas. Con el paso del tiempo y de metraje la historia toma forma y cuerpo y, sin darte cuenta, descubres que has vivido las experiencias de Adèle y que ahora forman parte de ti, las entiendes, las padeces y te las llevas a casa una vez que has abandonado la sala de cine. Aunque lo hagas con un mal sabor de boca, como su final incierto, la realidad, en ocasiones, no deja de ser eso, un camino lleno de nuevas pruebas y obstáculos que debes saber saltar o en los que tropezamos una y otra vez, como en el amor.


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