miércoles, 2 de octubre de 2013

Sesión Numerada #27 Donde viven los monstruos (2009). Porque todos queremos ser el rey


Escrito e ilustrado por Maurice Sendak, Donde viven los monstruos, es posiblemente uno de los libros infantiles que más reputación ha adquirido en los últimos años, sobre todo en nuestro país donde no era tan fácil de encontrar, pero gracias a su adaptación al cine ahora miles de niños, y no tan niños, pueden disfrutar de la belleza monstruosa que ofrece este cuento, fuera de la polémica sobre si es apropiado o no para los más pequeños.

Si analizamos ambas obras, la cinematográfica y la literaria, nos damos cuenta que el principal problema al que se enfrentan es el hecho de mostrar una serie de sentimientos que la sociedad no quiere ver como infantiles, como son: la ira, la crueldad, la furia o el odio, pero que, sin embargo, son parte de las emociones que vivimos cuando somos pequeños. El miedo, el egoísmo, la imaginación, nuestra creatividad e impulsividad son los pilares sobre los que crecemos como personas y los que nos definirán en el futuro y eso parece que Maurice Sendak lo tenía claro desde un primer momento y Spike Jonze ha sabido contárnoslo a través de su particular estilo cinematográfico, dando vida a los monstruos que nos atormentan pero que también nos enseñan nuestras limitaciones y nuestras emociones.  



Spike Jonze cambia la huida de Max hacia el lugar donde habitan los monstruos y las cosas salvajes haciéndola más realista aunque sigue siendo un viaje interior de esos a los que el director nos tiene acostumbrados a base de alegorías oníricas. Esta fábula puede parecer demasiado sencilla a simple vista pero la riqueza de emociones que transmite hace que veamos en cada uno de los personajes una parte de nosotros mismos: el egoísmo  la incomprensión  la soledad, la necesidad de que alguien te apoye, la marginación en momentos concretos, el distanciamiento de la persona que quieres, estos son algunos de los sentimientos que trasmite para mí la película, pero cada cual sentirá los suyos propios, de ahí la riqueza de la misma.

En el apartado técnico y artístico, la fotografía y la puesta en escena se adapta con sutileza al estilo del libro, entre oscura y sombría, y el diseño de personajes es tan fiel que permite localizar a cada uno de los monstruos tal y como los hubieras imaginado de niños, en parte, porque Sendak hizo un buen trabajo de ilustración. La banda sonora es otra pieza clave y fundamental donde Karen O & The Kids refuerzan el ambiente de la película, dándole un toque salvaje e infantil libre de prejuicios.



En definitiva una película de esas que cautiva a aquellos que quieran verla con detenimiento, que sepan apreciar las cosas sencillas con mensajes claros y directos y que no vean en los niños los únicos portadores de la fantasía sino que se atrevan a adentrarse en ella.

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