Escrito
e ilustrado por Maurice Sendak, Donde
viven los monstruos, es posiblemente uno de los libros infantiles que más
reputación ha adquirido en los últimos años, sobre todo en nuestro país donde
no era tan fácil de encontrar, pero gracias a su adaptación al cine ahora miles
de niños, y no tan niños, pueden disfrutar de la belleza monstruosa que ofrece
este cuento, fuera de la polémica sobre si es apropiado o no para los más
pequeños.
Si
analizamos ambas obras, la cinematográfica y la literaria, nos damos cuenta que
el principal problema al que se enfrentan es el hecho de mostrar una serie de
sentimientos que la sociedad no quiere ver como infantiles, como son: la ira,
la crueldad, la furia o el odio, pero que, sin embargo, son parte de las emociones
que vivimos cuando somos pequeños. El miedo, el egoísmo, la imaginación,
nuestra creatividad e impulsividad son los pilares sobre los que crecemos como
personas y los que nos definirán en el futuro y eso parece que Maurice Sendak
lo tenía claro desde un primer momento y Spike Jonze ha sabido contárnoslo a
través de su particular estilo cinematográfico, dando vida a los monstruos que
nos atormentan pero que también nos enseñan nuestras limitaciones y nuestras
emociones.
Spike
Jonze cambia la huida de Max hacia el lugar donde habitan los monstruos y las
cosas salvajes haciéndola más realista aunque sigue siendo un viaje interior de
esos a los que el director nos tiene acostumbrados a base de alegorías oníricas.
Esta fábula puede parecer demasiado sencilla a simple vista pero la riqueza de
emociones que transmite hace que veamos en cada uno de los personajes una parte
de nosotros mismos: el egoísmo la incomprensión la soledad, la necesidad de
que alguien te apoye, la marginación en momentos concretos, el distanciamiento de
la persona que quieres, estos son algunos de los sentimientos que trasmite para
mí la película, pero cada cual sentirá los suyos propios, de ahí la riqueza de
la misma.
En
el apartado técnico y artístico, la fotografía y la puesta en escena se adapta
con sutileza al estilo del libro, entre oscura y sombría, y el diseño de
personajes es tan fiel que permite localizar a cada uno de los monstruos tal y
como los hubieras imaginado de niños, en parte, porque Sendak hizo un buen
trabajo de ilustración. La banda sonora es otra pieza clave y fundamental donde
Karen O & The Kids refuerzan el ambiente de la película, dándole un toque salvaje
e infantil libre de prejuicios.
En
definitiva una película de esas que cautiva a aquellos que quieran verla con
detenimiento, que sepan apreciar las cosas sencillas con mensajes claros y
directos y que no vean en los niños los únicos portadores de la fantasía sino
que se atrevan a adentrarse en ella.
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