miércoles, 28 de agosto de 2013

Sesión Numerada #22 El llanero solitario (2013). ¿Por qué lleva un antifaz?


Si la semana pasada hablábamos sobre una película de cine que había sido adaptada al cómic, el caso que nos ocupa es mucho más complejo y su evolución mucho más amplia hasta llegar del cómic al cine. El Llanero Solitario fue creado para una emisora de Detroit por George W. Trendle y el guionista Fran Striker en 1933. Para conformar la identidad del personaje sus autores recurrieron a las populares aventuras de El Zorro o el mítico Robin Hood, ambos eran personajes icónicos de la lucha del bien contra el mal y la defensa de los más débiles y todo ello enmarcado en un momento tan importante como era La Gran Depresión estadounidense, de ahí el éxito de la serie radiofónica. La sociedad sentía una especial conexión aunque fuera ficticia.

El salto al formato cómic no se hizo esperar y en 1938 ya se podían encontrar las primeras tiras en prensa con las aventuras del héroe enmascarado y décadas más tarde su propia serie de televisión o novelas populares, pero, parece ser que no ha sido hasta ahora cuando El Llanero Solitario ha dado el gran salto a la gran pantalla, y nunca mejor dicho, aunque sin olvidar La leyenda del Llanero Solitario (1981) de William A. Fraker, que tampoco corrió mejor suerte.

Desde antes de su estreno en salas  la película ha estado envuelta en un halo de escepticismo que la crítica estadounidense rápidamente se ha encargado de erradicar de raíz atacando duramente por todos y cada uno de los posibles frentes, destacando la consideración del film como una auténtica blasfemia del mítico héroe y de la propia historia de los Estados Unidos.
Pero vayamos por pasos, si bien es cierto que el combo Gore Verbinski  a la dirección, Johnny Depp en la interpretación y Jerry Bruckheimer a la producción han dado unos beneficios astronómicos a Disney y parecían una combinación perfecta para seguir explotando la gallina de los huevos de oro, el cambio de ambientación no les ha traído la misma suerte que las aguas tranquilas y cristalinas del Caribe pese a que, desde mi punto de vista, no es para nada una mala película, si tenemos en cuenta la cantidad de referencias cinematográficas que podemos encontrar en ella y la magistral dirección de la escena final por la que merece esperar sentado en la sala.



Las primeras escenas de la película son de una belleza admirables y recrean a la perfección la California de los años 30, introduciendo aquí un juego al que el espectador tiene que estar dispuesto a jugar o automáticamente será imposible para él adentrarse en la reconstrucción del mito. Una de las cuestiones con las que la crítica oriunda  ha sido menos condescendiente, por llamarlo así, es que el histrionismo de la película deja un tanto mal parados a los estadounidenses no nativos donde la construcción del ferrocarril, símbolo por excelencia del progreso de este país, está en manos de un mezquino, donde los aborígenes son tratados de una forma repulsiva (como si no fuera parte de la propia historia local) al igual que los chinos usados como mano de obra barata, a lo que se le suma un héroe alejado de las concepciones primigenias, en cierto modo, y a un ayudante que no deja de ser una copia de Jack Sparrow, motivos suficientes para que la crítica autóctona entre en cólera pero que para el público exterior sea, en parte, todo un festín audiovisual.


Son muchos los que se han quejado de su duración pero puede que merezca la pena esperar para ver la escena final, un fin de fiesta que no deja a nadie indiferente y donde el homenaje se cierra con brillantez, chistes incluidos. Aunque Armie Hammer no sea un acierto, el estrambótico Depp se encuentre más que encasillado y el papel de Helena Bonham Carter no esté bien amortizado merece la pena adentrarse en la película y disfrutar de ella.

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