Hace unos días leía de nuevo en
Internet que Warner Bros. se ha vuelto a poner manos a la obra con la
adaptación, esta vez acción real, del mítico manga Akira de Katsuhiro Otomo. Una de las cosas que más me llamó la
atención es que el proyecto cuenta en la dirección con el cineasta Jaume
Collet-Serra. Es por ese motivo que el revisionado de hoy se centre en el anime
de 1988, película que posiblemente marcó un antes y un después en el cine de
animación japonés, o al menos lo hizo fuera de sus fronteras, convirtiéndose en
un auténtico clásico de obligado visionado.
Recuerdo que leí Akira un verano de hace ya algunos años y que lo devoré en cuestión
de unas cuantas tardes, ensimismada en la estética y en la propia historia en la que te sumerges rápidamente y de la que
parece que no puedes salir. Ahora, tras un nuevo vistazo a la película he
podido descubrir que la riqueza y el impacto visual siguen funcionando pese a
sus ya casi 25 años de existencia y los avances acontecidos en la industria
cinematográfica. La construcción de la ciudad de Neo-Tokio, destruida tras la
III Guerra Mundial, sigue siendo un hito de la estética cyberpunk y un claro ejemplo de futuro distópico más que de futuro apocalíptico.
Mientras que el inconsciente del cine
de ciencia ficción estadounidense parece estar directamente vinculado con
cierta concepción de la amenaza externa, ya sea extraterrestre, terrorista o
viral, en parte debido a los acontecimientos y los miedos latentes de su propia
cultura, en el caso que nos ocupa podemos observar que la destrucción es consecuencia
de una guerra nuclear y es que son ya varios los desastres nucleares
acontecidos en Japón a lo largo de su
historia, sin contar las consecuencias, no solo materiales sino también
culturales, ocasionadas por el lanzamiento de las dos bombas atómicas en la II
Guerra Mundial sobre territorio nipón. Posiblemente Akira sea un claro ejemplo de esos miedos culturales que hacen que
vista desde fuera pueda resultar incomprendida o infravalorada unido a que la
propia historia, tanto en el manga como en el anime en el que Akira es
presentado con algunas diferencias notorias, siendo el manga mucho más
esclarecedor si cabe, es demasiado densa y en ocasiones confusa lo que lleva al
espectador-lector a sacar sus propias conclusiones y lo que hace que esta obra
sea tan rica y maravillosa en tanto aspectos.
Como ya he mencionado antes, las
diferencias entre el anime y el manga son significativas, sobre todo debido a
que el manga fue escrito y dibujado entre 1982 y 1993, mientras que la película
fue estrenada en 1988, de ahí que el final y parte del desarrollo de personajes
no estén tan bien definidos como en su versión papel (se echa de menos a Lady
Miyako que solo aparece como un leve retazo en el film). Pese a ello, la
reconstrucción y puesta en escena de Neo-Tokio y la elaborada animación junto
con una magistral banda sonora hacen que el anime ya valga la pena por sí
mismo, además de crear momento visuales totalmente evocadores como las propias
alucinaciones de Tetsuo.
Sin la menor duda, recomiendo leer los
6 tomos de Akira para después pasar al visionado de la adaptación del mismo y
que cada uno saque sus propias conclusiones sobre la historia, la estética o
los pros y contras de ambos. Mientras habrá que esperar la nueva adaptación y
la recreación visual de Neo-Manhattan.
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