jueves, 13 de junio de 2013

El sótano del primo Barto: Sentimiento de pertenencia


En cualquier obra los personajes lo son todo, tanto los que odiamos como los que amamos, lo peor que puede existir es la indiferencia, tanto para la chica que te gusta como para un personaje, pues eso solo es señal del aburrimiento, y el aburrimiento es la muerte en vida. Esto hace que antes de crear una historia debemos de tener muy en cuenta los personajes que la van a habitar, evitando cualquier error que termine haciendo al protagonista o a alguno de sus seguidores tedioso. En este sentido, muchas veces el mayor crimen es conseguir un personaje perfecto, el héroe sin mácula, que evidentemente será el favorito de personas igual de simples y planas, ya que un consumidor cultural más entrenado buscará personajes más complejos, también conocidos como redondos. Gracias a esto tenemos varias ventajas, por un lado la empatía es más sencilla, ya que ninguno de nosotros somos perfectos, y por otro lado las historias serán más ricas al chocar las individualidades del personaje con la linealidad narrativa de la historia.

Este es un hecho que se aplica a todos los aspectos de la creatividad, incluso a la elección de casting de un reality. Si por ejemplo observamos los personajes que habitan ficciones como Mujeres y hombres y viceversa o Gran Hermano, si tenemos el valor, seremos testigos de fotocopias parlantes, personas con unas limitaciones tan amplias como fotocopiadas, destinados a navegar por un océano de mediocridad donde no existen las islas. Pero si por ejemplo observamos otro producto televisivo como Un príncipe para Corina, seremos testigos de cómo en la mutación individual se encuentra la magnificencia, pues siempre será más interesante un chino vasco adicto a la pornografía o un culturista evangélico amante de las chicas puras, que un simple amante de las discotecas o un paladín del bien cuyo escasos límites no le dejan espacio para el error o la individualidad. Debido a esto, cobran gran importancia las carencias y los defectos, pues además de ser fuentes de humor son un gran impulso, pues si el héroe ha sido capaz de triunfar a pesar de sus deficiencias, nosotros también podemos hacerlo.

La figura del héroe defectuoso o patoso es tremendamente popular en la cultura popular, con una fuerte presencia en el manga, con ejemplos tan paradigmáticos como Nobita Nobi. Pero si prestamos atención a los personajes creados durante los últimos años, sin duda debemos hacer una pequeña parada en Soichi Negishi, el protagonista de Detroit Metal City, manga creado por Kiminori Wakasugi, quien lo publico en la revista Young Animal entre los años 2005 y 2010, siendo recopilado en 10 tomos de los cuales los 6 primeros han visto la luz en nuestro país. Pues bien, la vida de Soichi es tan triste como común, pues no deja de ser un joven recién licenciado que lucha por abrirse un camino en el mundo de la música indie, cantando canciones sobre pasear por la playa y tomar un trozo de pastel acompañado de una taza de té. Sin embargo, los dulces sueños de Soichi chocan con la realidad, ya que como músico indie no tiene demasiado éxito, a diferencia de su trabajo actual como Johannes Krauser II, cantante y guitarra líder del grupo de metal Detroit Metal City, una referencia directa al grupo Kiss, tanto por su nombre como por su vestimenta. Para desgracia de Soichi, Detroit Metal City es un éxito entra la escena más heavy, con lo que para su sufrimiento personal debe colocarse varios kilos de maquillaje y cantar canciones sobre violaciones y parricidios ante un público que sueña con la depravación máxima.

Detroit Metal City se vale del maniqueísmo para crear una historia tan extrema como cotidiana, ya que los personajes de Kiminori Wakasugi son tan estrambóticos como mundanos, asistiendo a una galería de sueños rotos. Evidentemente, el manga se aprovecha de recursos tan clásicos como efectivos como enfrentar a la banda con otros grupos u obligar a Soichi a intentar hacer compatible su vida profesional y personal, ya sean estos casos participando en un festival de música o intentar al mismo tiempo tomar un té con su amor de facultad y firmar discos como Johannes Krauser II. Pero el fondo de Detroit Metal City es mucho más humano, pues las pequeñas alegrías y el sufrimiento son muy comunes, mucho más el segundo, aunque todo desde un punto de vista tan cercano como creíble, ya que no nos reímos de Soichi, sino que lo acompañamos, pues cada vez que el pobre chico termina siendo un desgraciado lo hace de una forma tan cercana a la que cualquier ha vivido tantas veces en su vida que no puede más que sentirse identificado. Kiminori Wakasugi no deja títere con cabeza, ni a los heavys ni a los hipsters, ya que todos son dignos de la misma luz inquisitorial que pone al descubierto sus imperfecciones. Pero todo se hace con tanta maldita gracia que en lugar de indignarnos con cada tribu urbana no podemos más que reírnos con ganas.


@bartofg

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