jueves, 20 de junio de 2013

El sótano del primo Barto: El amor mata


Hoy en día sería difícil comprender el cómic actual sin obras como la salida de la mente de Bastien Vivès, un joven autor empeñado en desmontar una y otra vez las relaciones sentimentales, un afán propio de un carnicero con la coordinación y la pulcritud de un neurocirujano. Pues desgraciadamente, lo que muestra Bastien Vivès no es para nada bonito, es más, es tan crudo y directo que cada lectura de una nueva obra suya supone un puñetazo emocional de proporciones bíblicas. En cierto sentido, lo que escribe y dibuja Bastien Vivès es como una contrarréplica a las comedias románticas de Hollywood, que cada vez son más comunes en otras filmografías nacionales, incluida entre ellas la española. Mientras que cierto tipo de cine nos ofrece una salida heroica para los vencedores, los guapos, así como otra honrosa para los perdedores, los feos, Bastien Vivès nos demuestra que nada es tan bonito como parece y que todo va mucho más allá, en el sentido doloroso, claro está.

En cualquier manual o curso de guión nos explicarán que el segundo punto de giro, el que da inicio al tercer acto, se corresponde al peor momento para los personajes, cuando parecía que la pareja por fin iba a terminar junta pero debido a un malentendido o a las malas artes de un contrincante se terminan distanciando. Afortunadamente, el dolor no dura mucho y con un mínimo de esfuerzo, simplemente bastan las ganas, la pareja termina uniéndose para siempre en el clímax de la narración, donde se confirma un amor que durará eones. En cierto modo, Bastien Vivès trastoca la estructura narrativa en sus cómics. No existen ni el primer ni el segundo acto, ya que todo es un enorme tercer acto de dolor donde existe el amor porque como lectores nos empeñamos en buscarlo. Por si esto fuera poco, el clímax no termina de llegar, y cuando llega no es precisamente agradable. Así por ejemplo, en obras como El gusto del cloro,  Amistad estrecha y En mis ojos, la llamada Trilogía del Amor, nos encontramos con historias que han empezado hace mucho o que no terminan de comenzar, retazos tan incompletos y crípticos como la propia vida, donde los finales felices son igual de escasos. Incluso en obras con una estructura más clásica como Ellas, el sentimiento que llena la obra es el mismo, un amor roto e imperfecto porque todos somos seres rotos e imperfectos.

Pero puede que la mejor obra donde Bastien Vivès mejor ha reflexionado sobre la interacción humana, o quizás la más directa y pura, sea La Carnicería, la descomposición anatómica de una relación, desde el flechazo hasta la ruptura. Lo más significativo de La Carnicería es que no conocemos absolutamente nada de la pareja protagonista, es más, ni siquiera sabemos porque se enamoraron o que provocó su ruptura. Para esto, Bastien Vivès recurre a mostrarnos por un lado escenas sueltas de la pareja a lo largo de su relación, momentos que más que explicar acontecimientos toman el pulso al estado anímico del chico y la chica. Por su parte, los momentos más importantes donde predominan conceptos como la traición o el perdón, son desarrollados a partir de un juego metafórico, con pequeñas tiras casi humorísticas, otro género donde Bastien Vivès también se ha explayado con talento. De este modo, La Carnicería hace un doble juego, ya que las escenas cotidianas rozan el verismo documental, mientras que las explicaciones tienen lugar en un juego artificial donde las puñaladas no duelen pero matan y la esperanza es un postre que sólo sirven algunos restaurantes.

En más de una ocasión, Robert Kirkman, autor del cómic Los muertos vivientes, ha declarado que su idea con su serie más famosa era contar que pasaba en una película de zombies después de que acabaran los créditos finales. Bastien Vivès hace algo parecido pero expandiendo su curiosidad en todas direcciones, para saber no sólo que pasa con una historia de amor cuando se acaba, sino para conocer también los entresijos de las relaciones que nunca terminan de ocurrir o las que directamente acaban como el rosario de la aurora.


@bartofg

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