Hace
unos años en el último curso de la carrera de comunicación audiovisual un
compañero nos decía: “el cine es político por acción u omisión”. Mi amigo Barto
y yo estuvimos dándole vueltas a esa sentencia durante una temporada y a una de
las conclusiones que llegamos es que nuestro amigo común no creía o entendía el
cine, y por extensión en unas artes expresivas destinadas a un público, como
una forma de entretenimiento. Dicho esto y siendo un poco demagogo podríamos decir
que todas las tartas son de chocolate por acción u omisión.
Evidentemente
el uso de la política o de la propaganda dentro de los medios populares ha sido
utilizado de manera intensiva y extensiva y como mínimo es un elemento más que
interesante a la hora de analizar dichos. Pero ¿sucede algo parecido con el
cómic? Por lo general el cómic de autor decanta la balanza en pos de la
experimentación y la exploración de los elementos narrativos; sin embargo, el
cómic político es algo casi inexistente o algo que no pasa de la mera
reivindicación social, y más en los tiempos que estamos viviendo actualmente (y
si alguien está pensando en El Jueves.
No, no es un cómic político)
En
esta órbita me ha llamado la atención la excelente novela gráfica La guerra dels Besavis. Catalunya 1833-1840
(Edicions de Ponent, 2013) de Lluís Juste de Nin, autor que no es la primera
vez que acomete el hecho de una revisión histórica del pasado desde una óptica
muy personal. Esta obra nos narra el devenir de una serie de familias, la gran
mayoría burguesía catalana de la primera mitad del siglo XIX, durante la Primera
Guerra Carlista en la que estos últimos se enfrentaron a los isabelinos. Sin
embargo, a pesar de los enfrentamientos la articulación narrativa del conflicto
se mueve a través de dos corrientes: la de los hechos históricos explicados de
manera escrupulosa y el devenir social y sentimental de la familia que marca el
ritmo del conflicto. Porque con las guerras la vida no se para; continua, mal
pero continua.
Retomando
la idea de los político debemos cuestionarnos si se establece un discurso
político en esta obra, la respuesta es: sí y no. Sí porque se habla de unas
serie de reivindicaciones que son las mismas que se están reclamando hoy día
desde Catalunya. A pesar de que la idea de lo político nos lleva a lo que
podemos entender como un discurso puramente propagandístico La guerra dels Besavis se aleja por
completo de esa idea ramplona, y aquí entra el juego el razonamiento del porque no es un cómic político, se trata
de una exposición histórica en la que de la narración de los hechos subyacen
aspectos que la vinculan con las derivas del nacionalismo catalán actual. A eso
hay que sumarle no solo la vertiente histórica sino que también la emocional,
la idea de que una persona fuerte es aquella que permanece fiel a sus ideales,
a su tierra y a su familia. Porque el autor nos hace entender que esta última es
el motor de la vida y de las querencias nacionalistas.
Otro
factor que hace que lo político entre en esta obra es la reivindicación de ese
periodo de los grandes ideales, de la lucha de aquellos que quieren que España
se encamine hacia el futuro a través del progreso y aquellos que quieren que se
haga ese camino a través de la tradición. Básicamente la misma lucha en la que
nos encontramos desde que se inauguró esta mal llamada democracia y en la que
nos vemos inmersos sin sacar ningún provecho de tipo social.
Se
pone de manifiesto también cierto dirigismo de la clase dominante y en cierta
forma el desprecio hacia aquellos que están por debajo que no tienen nada que
ver con las elucubraciones de la pequeño-burguesía pseudointelectualoide de la
época.
En
definitiva en La guerra dels besavis la
recreación histórica y la reflexión de unos hechos del pasado, que todavía
colean y que nos llevan por los derroteros en los que nos vemos inmersos hoy
día, se dan la mano en pos de una obra valiente que se ha de leer sin complejos
y con una mirada desprejuiciada.
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