sábado, 16 de marzo de 2013

Spain is pain #93: Elogio de la forma


En una de las primeras entradas de esta sección, más concretamente sobre R.I.P. de Felipe Almendros, ya hablamos de la rotura de la viñeta en pos de poblar la página sin que esta fuese una cárcel de papel para los personajes y para la narrativa de los autores. Por esas mismas fechas también se publicó una obra que hacía uso de ese recurso para narrar e incluso para llevarlo un poco más allá, se trata de El hijo del legionario (Deponent, 2011) de Aitor Saraiba.

Sin embargo, este autor lleva un poco más allá el hecho de romper con la estructura clásica del comic utilizando cierta estructura de diario personal dibujado en bloc de notas haciendo de este título una obra mucho más íntima y a todas luces más sincera. El trabajo de Almendros y la de Saraiba tienen en común la relación con el padre y como esta determina la existencia de los personajes/autores. Sin embargo, en la obra del primero mantiene la preminencia del bocadillo como forma principal de abordar la narración mientras que el segundo anota la ilustración, o la ilustra (según como lo veamos). Alejándose también del libro de ilustraciones creando una historia centrada en lo emocionante del dibujo conjugado con la nota biográfica.


En El hijo del legionario Saraiba nos explica como es, y en ocasiones, como deja de ser, la relación con su padre. En los interludios a esta relación personal, que en realidad son la mayor parte del relato, vemos la evolución personal, profesional, amorosa y artística del autor dividide conceptualmente en tres movimientos que se entremezclan unos con otros, estos son: Introspección, evolución y devolución. Evidentemente una obra que se define a sí misma como un diario psicográfico es introspección pura en la que lejos del morbo conocemos la trayectoria personal del protagonista sus pensamientos y sus debilidades. Sin embargo, también vemos como a través de esa introspección se genera una evolución que va más allá de la descripción de esos espacios donde el trauma protagoniza el crecimiento de las personas. Y por último devolución, esta obra no deja de ser un gran homenaje a las personas que han poblado la vida de  Aitor y creo que con esos textos y esos dibujos en forma de novela la gráfica les devuelve toda su gratitud.

En otras palabras El hijo del legionario es uno de los slice of life más intensos y emocionantes publicados en los últimos años en el que el autor demuestra una habilidad inusitada para hacernos compañeros de vida en tiempo pasado, en ser partícipes de sus amores y desamores, en ser lectores y espectadores de sus creaciones. Brilla ante todo la concepción estructural del uso de la página que empuja al lector a sentirse incluido en una narración y esperando que no finalice nunca y que siga hasta el fin de los tiempos.
                                                                                                                                      @Mr_Miquelpg

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