Se podría decir que el universo está
gobernado por dos fuerzas contrapuestas que se enfrentan en una
batalla eterna de iguales en la que ninguna puede ganar, simplemente
se contentan con herir a su contrario, infligiendo un daño igual al
recibido. Evidentemente, estas dos fuerzas, como cualquiera puede
suponer son dos tendencias sin conciencia propia, dos meras máximas
que coexisten a pesar de negarse la una a la otra. No hablamos de
otra cosa que la muerte y la vida, la creación y la destrucción, el
orden y el caos. Como seres humanos, somos protagonistas de las dos
opciones, ya que creamos tanto como destruimos, aunque nos gustaría
pensar que no somos tan adeptos a la destrucción.
En ese sentido, aunque el arte, como
casi cualquier actividad humana, se ha centrado en la creación, no
podemos dejar de lado la fascinación que provocan conceptos
totalmente ligados con su contrapunto, como son la muerte o la
violencia, que alcanzó su máximo exponente durante el futurismo,
una escuela artística dentro de las vanguardias que ante todo rendía
tributo al movimiento y la acción, sin importar el coste del
proceso. Si acercamos el enfrentamiento al mundo del cómic,
especialmente a un tebeo más adulto y con inquietudes refinadas, no
es difícil encontrar esta dicotomía, presentada muchas veces de la
forma más evidente, creando universos donde sólo encontramos la
belleza y el horror como un sistema binario, sin grises intermedios.
Un ejemplo de esta práctica se puede
hallar sin problemas en la serie Druuma,
obra del autor italiano Paolo Eleuteri Serpieri, que a lo largo de
ocho volúmenes nos describe un mundo lleno de horror que se
desmorona irreversiblemente mientras un poco de belleza trata de
sobrevivir a duras, un objetivo que se ve aparentemente abocado al
fracaso. Sin querer desvelar demasiado de la trama, en la obra de
Paolo Eleuteri Serpieri nos encontramos a Druuna, una joven hermosa
que intenta subsistir en un mundo post-apocalíptico, un universo en
el que las pocas fuerzas de orden que existen es una fuerza policial
fascista a las ordenes de una extraña orden religiosa. Por si esto
fuera poco, por debajo de la población subyugada existe una estirpe
de mutantes, humanos afectados por una extraña enfermedad, que
varían desde hombres con malformaciones hasta criaturas amorfas con
hambre humana.
Los
guiones de Paolo Eleuteri Serpieri en Druuna
funcionan bastante bien, usando bastante lugares comunes dentro de la
ciencia-ficción y la fantasía a su favor, con un añadido erótico
que diferencia la obra y le da un matiz propio. Pues aunque las
peripecias que vive Druuna son interesantes por si mismas, el
verdadero interés lo encontramos en el fondo del cómic, con un
guión y un dibujo puesto al servicio continuo de la plasmación de
una idea, el intento de corrupción de la belleza incorruptible.
Druuna es ante todo el prototipo de feminidad, una mujer atractiva,
la cual puede servir tanto de damisela en apuro como de aguerrida
heroína. Pero frente a ella hay un mundo sucio y terrorífico donde
no se salva ningún aspecto, desde la propia geografía y
arquitectura hasta sus habitantes, los ya mencionados mutantes y los
soldados autoritarios.
Ante
este panorama, Druuna no tiene más posibilidad que fracasar, siendo
continuamente atrapada entre fuerzas destructivas, las cuales no
dudan en usarla desde moneda de cambio hasta juguete de usar y tirar.
Pero afortunadamente, Druuna, como metáfora de la belleza, la
creación, siempre consigue escapar de la destrucción fatal. Es
cierto que la belleza que crea Paolo Eleuteri Serpieri sufre, como
demuestran las violaciones que sufre la pobre Druuna, pero no es
menos verdad que aunque la heroína sea continuamente atacada y
herida, nunca es derrotada o destruida totalmente.
Y se te ha pasado remarcar que Druuna tiene un culo como un templo.
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