Si existe algún maestro del terror
occidental que sobresalga sin problemas por encima del resto, ese es
sin duda Stephen King. El novelista norteamericano, con pinitos en el
mundo del cine y el cómic, ha tocado casi todas las opciones dentro
del terreno del horror, desde los fantasmas en casas encantadas hasta
las invasiones de criaturas procedentes del espacio anterior,
ayudando a dar forma al andamiaje del terror actual. Además, uno de
los principales aciertos de Stephen King ha sido saber mezclar lo más
universal con lo más local. Su obra es disfrutable y entendible por
casi cualquier lector, a pesar de que casi toda transcurre en Nueva
Inglaterra, principalmente en el estado de Maine.
Si escarbamos más en la obra de King,
podemos ver que está muy marcada por el concepto de comunidad, con
un origen en la Norteamérica suburbana de los años 50 del siglo
pasado, esa época en la que los avances tecnológicos posteriores a
la Segunda Guerra Mundial hicieron progresar la calidad de vida
mientras todo el mundo se volvía loco y paranoico bajo el terror
nuclear de la Guerra Fría. Es precisamente en esas pequeñas
comunidades de los suburbios, no muy diferentes a un pueblo de tamaño
medio o una ciudad dormitorio de Europa, donde se gestaba la locura,
entre amas de casa sonrientes con su nueva aspiradora, padres que
fumaban en pipa ante su nueva tele, niños que leían cómics de
terror de la EC y una inmensa bomba nuclear pendiente sobre las
cabezas de todos. Aquí el sueño americano cambió el triunfo de los
más aptos por la felicidad de los campeones. Aquí surgieron las
sombras y el descontento, la pared llena de hongos tras el bonito
papel pintado.
En este escenario de pesadilla
suburbana es donde tiene lugar la trama del cómic al que le echamos
un ojo esta semana, Los crímenes del lechero,
obra de dos autores no muy relacionados con el género terrorífico:
el guionista Joe Casey, especialista en obras de superhéroes; y el
artista británico Steve Parkhouse, conocido principalmente por su
trabajo en los cómics de Doctor Who.
La miniserie en cuatro partes Los crímenes del Lechero
fue publicada en el año 2004 por la editorial Dark Horse,
posteriormente recogida en un único tomo, versión que se terminó
publicando en España. El cómic de Casey y Parkhouse es una
fantástica obra sobre el reverso tenebroso de las cosas bonitas,
sobre los fracasos a los que nadie se quiere enfrentar.
La
protagonista es Barbara, una ama de casa de mediana edad que solo
quiere tener una familia perfecta y feliz reunida alrededor de la
mesa de la cena, tal y como ve en Menuda Madre,
su programa favorito, una serie de los cincuenta protagonizada por un
ama de casa entregada a la felicidad de su familia perfecta.
Desgraciadamente, Barbara tiene que vivir con Vince, un marido que
ser refugia en las drogas; Flectcher, un hijo que tortura y mata
animales; y Ruthie, una hija adicta al sexo con hombres mayores y
casados. A este cóctel debemos sumar al Lechero, un desagradable
hombre que llega un día a la casa de Barbara en los suburbios para
desequilibrar su vida de la forma más violenta posible.
El
guión de Joe Casey hilvana con destreza tanto la degradación del
sueño americano como la espiral de locura de Barbara, impulsada por
su disfuncional y una tenebrosa epifanía. El dibujo de Steve
Parkhouse nos queda por detrás, variando según la intensidad
psicológica de las escenas, con un trazo feísta cercano al
underground, un estilo que eleva muchísimos enteros la calidad de
Los crímenes del lechero.
Desgraciadamente, no todo es perfecto en el cómic, ya que tras una
buena presentación y un notable desarrollo, el guión de Casey se
desinfla totalmente en el desenlace de la historia, con un final en
el que la verbalización de los personajes es absurda, con
innecesarios monólogos, y un remate demasiado vacío y falto de
originalidad.
Muy interesante, había escuchado alguna cosa sobre esta obra pero aún no la había leído.
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