jueves, 15 de marzo de 2012

El sótano del primo Barto: mitad hombre, mitad bestia... todo horror

Si volvemos nuestra tétrica mirada hacia el horror más clásico, entendido como el terror gótico, nos daremos que gran parte de dicha producción se centra en las llamadas historias de monstruos, ya sean estos los típicos vampiros u otras criaturas de la noche como golems o aparecidos. A día de hoy, los monstruos siguen copando un enorme porcentaje de la producción terrorífica, en la que las víctimas se ven perseguidas por entes no humanos. Evidentemente, dentro de esta tendencia también encontramos pequeñas divisiones, marcadas en mayor medida por el tipo de criatura.

Las dos criaturas que continuamente se disputan el trono del horror son los vampiros y los muertos vivientes, llegando incluso a producirse olas en la cultura popular, con épocas en la que una de las dos criaturas predomina sobre la otra. Esto no quita para la existencia del resto de criaturas, que luchan por su parcela a la hora de descuartizar humanos. Quizás la tercera en importancia, omitiendo al monstruo de Frankenstein como criatura única, sea el hombre lobo, un monstruo con presencia innegable dentro de la producción cultural, pero que nunca ha conseguido sobresalir por encima de sus dos competidores.

Quizás, el problema del hombre lobo se encuentre en que es una criatura tremendamente icónica pero conocida solo ha nivel superficial. El origen tanto del vampiro como del muerto viviente, o zombie, y el hombre lobo se pierden en los primeros días del hombre. El vampiro y el muerto viviente tienen su nacimiento en el miedo más profundo que existe, la muerte, y en uno de sus mayores tabús, la negación de dicha muerte. Si investigamos los orígenes de ambas criaturas, especialmente en su origen eslavo, veremos como en un principio no existía diferencia entre un vampiro y un muerto viviente estándar. Evidentemente, esto cambió con la publicación de Dárcula de Bram Stoker y el estreno de La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, quienes sentaron unas bases inamovibles de lo que era un vampiro y un zombie, por mucho que gente como Stephenie Meyer se empeñe en llamar con el mismo nombre a otras cosas.

El caso del hombre lobo es un poco diferente, ya que tiene una historia tan rica como la de sus terroríficos compañeros, pero carece de una obra única unificadora, algo tan necesario a día de hoy, a partir de la cual se focalicen los distintos tratamientos sobre la criatura. El hombre lobo nos habla de la pulsión animal que late dentro de todos nosotros, mientras el retornado de la muerte es un ser mórbido movido por la pasión de lo prohibido, el hombre lobo es una criatura más viva que el ser humano que le acoge, es una explosión directa de acción y movimiento, visceral y sangrienta.

En todo caso, si tuviéramos que elegir un posible texto de anclaje para definir el hombre lobo, este sería las películas de la criatura realizadas por la Universal en los años 30 del pasado siglo, en las que el actor Lon Cheney Jr. ancló en gran medida lo que debería entenderse por un hombre lobo. Esa figura de un hombre paseando por un pantano con la ropa destrozada, el cuerpo cubierto de pelo y unos rasgos animales, se ha convertido en el principal icono del hombre lobo, pero para nada ha conseguido ser tan hegemónico como el Conde Vlad Tepes.

Durante los siguientes artículos echaremos un vistazo a la representación que ha tenido el hombre lobo, el hombre bestia, en el cómic, desde sus vertientes más clásicas y folklóricas a las más modernas, todo sin perder de vista nunca el calendario lunar, evitando salir tras la puesta de sol durante las noches más iluminadas.

El día del lobo, de Yôji Fukuyama


2 comentarios:

  1. Comparto plenamente el artículo, y me ha hecho mucha gracia la referencia a las criaturas que brillan :)

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  2. A mí Kirkman me encanta, y éste, como Invincible, son de los productos más frescos del género superheroico

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