jueves, 29 de marzo de 2012

El sótano del primo Barto: El hombre deviene en Dios

Sí, es cierto, esta semana dejamos el horror de lado. Pero también es cierto que la ocasión se presta totalmente al cambio. No os preocupéis, es algo temporal y tardará mucho en volver a ocurrir. Esta semana dedicamos un más que merecido homenaje a Moebius, uno de esos pocos autores que es capaz de compaginar en vida una obra excelsa con el reconocimiento del público. Por eso, hoy viramos desde el terror más puro hacia los misterios de la ciencia-ficción o la fantasía.

No voy a sumarme a los merecidos elogios al conjunto de la obra de Moebius ni voy a realizar un pormenorizado análisis de su estilo, eso es trabajo de otros que seguramente lo harán mejor. En lugar de eso, como si estuviéramos en un velatorio, voy a contar un poco mi relación con el ausente, tratando de hacerlo cercano, fijarlo en mi memoria y compartir mis recuerdos con el resto de los invitados al desagradable acto. Sin duda, mi primer recuerdo sobre Moebius se remonta a lecturas de algunos álbum de Blueberry, donde me quedaba maravillado con el dibujo de Jean Giraud. Ese vaquero estaba tan bien realizado que pensabas: “que cabrón, cómo la ha hecho”. Me podía pasar los ratos muertos mirando los caballos, maravillándome, algo meritorio si tenemos en cuenta que no soporto a los caballos.

Después llegaría la lectura de otras obras, principalmente en el terreno de una ciencia-ficción llena de imaginación que abandonaba el realismo científico por la fantasía pura. Dentro de estas lecturas llegó la que hasta ahora me ha parecido, de lo que he leído del autor, la creación más perturbadora de Moebius: El garaje hermético. En este momento, la anécdota sobre el protagonista del velatorio deja de ser simplemente divertida para tomar unos toques oscuros, un halo agridulce que llena de amargura y verdad el recuerdo. Moebius podría parecer un buen autor, un dibujante excepcional, pero es por El garaje hermético que lo considero un genio, un elegido para la posteridad.

A día de hoy, después de un buen número de lecturas, sigo sin saber explicar muy bien la sinopsis del cómic, podría hablar del mayor Grubert, un hombre inmortal que debe salvar un asteroide, convertido en un universo de bolsillo. Todo esto cruzándose con diversos personajes que no se sabe muy bien si son aliados, enemigos o las dos cosas, algo que no parece importar demasiado, ya que sus comportamientos parecen ser del todo anárquicos, algo acorde con la trama. La primera vez que terminé de leer El garaje hermético me sentí entre seducido y violado, como si me hubieran pegado una paliza mientras estaba drogado. Tras la lectura mantenía un agradable recuerdo pero sin entender lo que había pasado, hasta tal punto que me sentía hasta mal, sin saber qué demonios había leído exactamente.

A día de hoy, cuando vuelvo a releer El garaje herémtico, sigo sintiendo lo mismo, los personajes se cruzan en el tiempo y en el espacio por una tela de araña que soy incapaz de ver pero percibo con total claridad. Lo he intentado todo, hasta me he hecho esquemas y organigramas para tratar de discernir la historia, algo que posiblemente sea un error mío, tratar de analizar y catalogar el genio en estado puro. Tras la anécdota, el resto de invitados no ríen, no están más aliviados, simplemente más melancólicos por la pérdida.

Yo sigo dándole vueltas, poco a poco El garaje hermético de Moebius vuelve a retorcerme el cerebro, como ha hecho ya varias veces. Me paro a pensar en la angustia que me produce su lectura y me doy cuenta de como aterroriza mi percepción y gnosis. Bueno, al final parece que si hemos hablado un poco de horror. No se le escapaba nada al maestro.


1 comentario:

  1. Y no es, tal y como lo explicas, un poco terrorífico el cómic?
    Muy buen viraje, Barto!

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