Sí, es cierto, esta semana dejamos el horror de lado. Pero
también es cierto que la ocasión se presta totalmente al cambio. No
os preocupéis, es algo temporal y tardará mucho en volver a
ocurrir. Esta semana dedicamos un más que merecido homenaje a
Moebius, uno de esos pocos autores que es capaz de compaginar en vida
una obra excelsa con el reconocimiento del público. Por eso, hoy
viramos desde el terror más puro hacia los misterios de la
ciencia-ficción o la fantasía.
No voy a sumarme a los merecidos elogios al conjunto de la obra de
Moebius ni voy a realizar un pormenorizado análisis de su estilo,
eso es trabajo de otros que seguramente lo harán mejor. En lugar de
eso, como si estuviéramos en un velatorio, voy a contar un poco mi
relación con el ausente, tratando de hacerlo cercano, fijarlo en mi
memoria y compartir mis recuerdos con el resto de los invitados al
desagradable acto. Sin duda, mi primer recuerdo sobre Moebius se
remonta a lecturas de algunos álbum de Blueberry,
donde me quedaba maravillado con el dibujo de Jean Giraud. Ese
vaquero estaba tan bien realizado que pensabas: “que cabrón, cómo
la ha hecho”. Me podía pasar los ratos muertos mirando los
caballos, maravillándome, algo meritorio si tenemos en cuenta que no
soporto a los caballos.
Después llegaría la lectura de otras obras, principalmente en el
terreno de una ciencia-ficción llena de imaginación que abandonaba
el realismo científico por la fantasía pura. Dentro de estas
lecturas llegó la que hasta ahora me ha parecido, de lo que he leído
del autor, la creación más perturbadora de Moebius: El garaje
hermético. En este momento, la
anécdota sobre el protagonista del velatorio deja de ser simplemente
divertida para tomar unos toques oscuros, un halo agridulce que llena
de amargura y verdad el recuerdo. Moebius podría parecer un buen
autor, un dibujante excepcional, pero es por El garaje
hermético que lo considero un
genio, un elegido para la posteridad.
A día de hoy, después de un
buen número de lecturas, sigo sin saber explicar muy bien la
sinopsis del cómic, podría hablar del mayor Grubert, un hombre
inmortal que debe salvar un asteroide, convertido en un universo de
bolsillo. Todo esto cruzándose con diversos personajes que no se
sabe muy bien si son aliados, enemigos o las dos cosas, algo que no
parece importar demasiado, ya que sus comportamientos parecen ser del
todo anárquicos, algo acorde con la trama. La primera vez que
terminé de leer El garaje hermético
me sentí entre seducido y violado, como si me hubieran pegado una
paliza mientras estaba drogado. Tras la lectura mantenía un
agradable recuerdo pero sin entender lo que había pasado, hasta tal
punto que me sentía hasta mal, sin saber qué demonios había leído
exactamente.
A día de hoy, cuando vuelvo a
releer El garaje herémtico,
sigo sintiendo lo mismo, los personajes se cruzan en el tiempo y en
el espacio por una tela de araña que soy incapaz de ver pero percibo
con total claridad. Lo he intentado todo, hasta me he hecho esquemas
y organigramas para tratar de discernir la historia, algo que
posiblemente sea un error mío, tratar de analizar y catalogar el
genio en estado puro. Tras la anécdota, el resto de invitados no
ríen, no están más aliviados, simplemente más melancólicos por
la pérdida.
Yo sigo dándole vueltas, poco a
poco El garaje hermético
de Moebius vuelve a retorcerme el cerebro, como ha hecho ya varias
veces. Me paro a pensar en la angustia que me produce su lectura y me
doy cuenta de como aterroriza mi percepción y gnosis. Bueno, al
final parece que si hemos hablado un poco de horror. No se le
escapaba nada al maestro.
Y no es, tal y como lo explicas, un poco terrorífico el cómic?
ResponderEliminarMuy buen viraje, Barto!